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sábado, 1 de septiembre de 2012

Catherine Bardinet y Lourdes Bandeira

Catherine Bardinet

Hay como un milagro que Dios se apresura a llevar a cabo en el país galo: con nueve años de anticipación, ha traído a la Obra la primera vocación francesa de la Sección de mujeres. El acontecimiento tiene la naturalidad y sencillez del apostolado del Opus Dei. La familia Bardinet, que vive en la ciudad de Burdeos, tiene una antigua amistad con los Bandeira, españoles, oriundos de Vigo. Los intereses comerciales mediaron en el comienzo de esta relación, ya que ambos son industriales y exportadores de los vinos de su respectivo país. Pero, en la actualidad, su confianza ha rebasado los límites de cualquier interés material. En el verano de 1949, Lourdes Bandeira Vázquez se desplaza a Burdeos para convivir unos meses con sus amigos franceses. Se trata de aprender el idioma y conocer Francia. Lourdes ha pedido la admisión en el Opus Dei hace apenas un mes. En Burdeos, comparte su tiempo con Catherine y Michelle Bardinet. Esta familia ha educado a sus hijos en la religión católica, pero su vida no transcurre por los cauces de una piedad intensa. Son muy jóvenes, y las posibilidades que les brinda el ambiente imponen un ritmo trepidante a su existencia cotidiana. Allí, a orillas del Garona y frente al gran estuario que se abre al Atlántico, Lourdes hablará a Catherine de una tercera dimensión en la alegría cotidiana, de la presencia de Dios en los minutos de la jornada para llenar su juventud. Se entienden en un francés muy elemental, pero suficiente para que Lourdes pueda leer unos puntos de «Camino». Catherine se queda con el libro y una noche, con ayuda de un diccionario, trata de desentrañar el sentido y la proyección de aquellas frases.

«Que tu vida no sea una vida estéril. -Sé útil. -Deja poso. -Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor.

Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. -Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón» (40).

«Vivid una particular Comunión de los Santos: y cada uno sentirá, a la hora de la lucha interior, lo mismo que a la hora del trabajo profesional, la alegría y la fuerza de no estar solo»(41).

Y Catherine empieza a vivir, muy pronto, la alegría y la exigencia de esta llamada. Lourdes le habla de la expansión de la Obra, que ha comenzado ya; de las vocaciones que han de llegar de Francia, de Inglaterra, del mundo entero.

El 15 de agosto de 1949, Catherine Bardinet escribe al Padre solicitando su admisión en el Opus Dei.

La familia Bardinet regalará al Fundador una imagen de la Virgen para que presida las tareas de la Obra en tierras francesas. Los padres de Catherine, tras recorrer muchas tiendas de antigüedades, han decidido encargarla directamente a un escultor. La talla quedará preciosa. De rasgos delicados, sostiene en una mano el cetro rematado por una flor de lis. Su atención de madre se centra en Jesús, y apoya levemente, con intimidad, la cabeza en Dios hecho Niño. La madera adquiere pátina en una de las grandes bodegas de Burdeos, junto a los vinos que encuentran en el tiempo su mejor color y sabor. El Padre ve esta imagen por primera vez en Los Rosales, la casa de Villaviciosa de Odón, y le gusta mucho.

En 1957, un grupo de la Sección de mujeres prepara su viaje a París. El Fundador les descubre el horizonte que espera a la Obra en el país galo:

«Francia puede y debe hacer un gran papel en el mundo, para defender la doctrina de Jesucristo. La labor en Francia interesa en muchos sentidos, para bien de todas las almas»(42).

Poco antes de salir de Roma por la estación Termini, el Fundador escribirá, en latín, en la primera página de un cuaderno, a las que se marchan a Francia:

«Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios sobre todas las cosas. Amen. Amen».

Una aceptación directa, total, de los acontecimientos que el Cielo tiene reservados ya, sin duda, para sus hijas en el país vecino.

En junio de 1958, precedida por la oración a Sancta María Regina Galliae y por la bendición del Padre, este grupo pondrá en marcha la Residencia Rouvray.

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