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lunes, 31 de diciembre de 2012

Para el año que comienza


— En estos últimos días del año que termina y en los comienzos del que empieza nos desearemos unos a otros que tengamos un buen año. Al portero, a la farmacéutica, a los vecinos..., les diremos ¡Feliz año nuevo! o algo semejante. Un número parecido de personas nos desearán a nosotros lo mismo, y les daremos las gracias.
Pero, ¿qué es lo que entienden muchas gentes por «un año bueno», «un año lleno de felicidad», etcétera? «Es, a no dudarlo, que no sufráis en este año ninguna enfermedad, ninguna pena, ninguna contrariedad, ninguna preocupación, sino al contrario, que todo os sonría y os sea propicio, que ganéis bastante dinero y que el recaudador no os reclame demasiado, que los salarios se vean incrementados y el precio de lo...s artículos disminuya, que la radio os comunique cada mañana buenas noticias. En pocas palabras, que no experimentéis ningún contratiempo».
Es bueno desear estos bienes humanos para nosotros y para los demás, si no nos separan de nuestro fin último. El año nuevo nos traerá, en proporciones desconocidas, alegrías y contrariedades. Un año bueno, para un cristiano, es aquel en el que unas y otras nos han servido para amar un poco más a Dios. Un año bueno, para un cristiano, no es aquel que viene cargado, en el supuesto de que fuera posible, de una felicidad natural al margen de Dios. Un año bueno es aquel en el que hemos servido mejor a Dios y a los demás, aunque en el plano humano haya sido un completo desastre. Puede ser, por ejemplo, un buen año aquel en el que apareció la grave enfermedad, tantos años latente y desconocida, si supimos santificarnos con ella y santificar a quienes estaban a nuestro alrededor.
Cualquier año puede ser «el mejor año» si aprovechamos las gracias que Dios nos tiene reservadas y que pueden convertir en bien la mayor de las desgracias. Para este año que comienza Dios nos ha preparado todas las ayudas que necesitamos para que sea «un buen año». No desperdiciemos ni un solo día. Y cuando llegue la caída, el error o el desánimo, recomenzar enseguida. En muchas ocasiones, a través del sacramento de la Penitencia.
¡Que tengamos todos «un buen año»! Que podamos presentarnos delante del Señor, una vez concluido, con las manos llenas de horas de trabajo ofrecidas a Dios, apostolado con nuestros amigos, incontables muestras de caridad con quienes nos rodean, muchos pequeños vencimientos, encuentros irrepetibles en la Comunión...
Hagamos el propósito de convertir las derrotas en victorias, acudiendo al Señor y recomenzando de nuevo.
Pidamos a la Virgen la gracia de vivir este año que comienza luchando como si fuera el último que el Señor nos concede.
De meditación diaria F.F.Carvajal

De la paciencia que Dios a tenido con nosotros.


Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios.

El tiempo pasa volando. Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios las satisfacciones. El pasado deja huella en la biografía que Dios tiene de mí.

El día de hoy podríamos considerar tres cosas:
a) El tiempo pasa.
b) La muerte se acerca.
c) La eternidad nos espera.

El tiempo pasa volando. Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios las satisfacciones. El pasado deja huella en la biografía que Dios tiene de mí.

La muerte se acerca. Cada día que pasa estoy más cerca de ella. Es necio no querer pensar esto. Muchos de los que murieron el año pasado se creían que iban a seguir vivos en éste, pero se equivocaron. Puede que este año sea el último de nuestra vida. No es probable, pero sí posible. Debo tenerlo en cuenta. En ese momento trascendental, ¿qué querré haber hecho? ¿Qué NO querré haber hecho? Conviene hacer ahora lo que entonces me alegraré de haber hecho, y no lo que me pesará haber hecho.

La eternidad nos espera. Nos preocupamos mucho de lo terrenal que va durar muy poco. Nos preocupamos de la salud, del dinero, del éxito, de nuestra imagen, etc. Todo esto es transitorio. Lo único que va a perdurar es lo espiritual. El cuerpo se lo van a comer los gusanos. Lo único que va a quedar de nosotros es el alma espiritual e inmortal.

Con la muerte no termina la vida del hombre: se transforma, como dice el Prefacio de Difuntos. Palabras de Santo Tomás Moro sobre la morada en el cambio de destino.

Los que niegan la vida eterna es porque no les conviene. Pero negarla no es destruirla. La verdad es lo que Dios nos ha revelado.

Hoy es el momento de hacer balance. No sólo económico, sino también espiritual y moral.

Hagamos examen del año que termina.

Sin duda que habrá páginas maravillosas, que besaremos con alegría.

Pero también puede haber páginas negras que desearíamos arrancar. Pero eso ya no es posible. Lo escrito, escrito está.

Hoy abrimos un libro nuevo que tiene todas las páginas en blanco. ¿Qué vamos a escribir en él?

Que al finalizar este año que hoy comienza, podamos besar con alegría cada una de sus páginas.

Que no haya páginas negras que deseemos arrancar.

Puede que en ese libro haya cosas desagradables que no dependen de nosotros.

Lo importante es que todo lo que dependa de nosotros sea bueno.

Pidamos a Dios que dirija nuestra mano para que a fin de año podamos besar con alegría todo lo que hemos escrito.

También es el momento de examinar todas las ocasiones perdidas de hacer el bien.

Ocasiones irrecuperables. Pueden venir otras; pero las perdidas, no se recuperarán.

Finalmente, demos gracias a Dios de todo lo bueno recibido en el año que termina.

De la paciencia que Dios a tenido con nosotros.

Y de su gran misericordia.
Autor: P. Jorge Loring SJ

sábado, 29 de diciembre de 2012

Con motivo de la Jornada de la Sagrada Familia el próximo 30 de diciembre

El mensaje de los obispos se ha centrado en algo tan esencial como “Educar la fe en familia”, invitando a potenciar la reflexión sobre la decisiva importancia de la familia para vivir y crecer en la fe, en un tiempo donde la misma familia se siente golpeada por los constantes cambios en la sociedad
«Todo queda en puro poder, poder en voluntad, voluntad en apetito, y el apetito, ese lobo universal, doblemente secundado por voluntad y poder, hace del universo todo su presa, hasta devorarse a sí mismo». Este diagnóstico de Shakespeare, donde manifiesta al destemplado hijo que asesina a su padre y donde la ley es la fortaleza del imbécil para tragarse instituciones y tradiciones, como si no hubiera miembros distintos en el cuerpo y todo confluyese al fin en un difuso y envidioso igualitarismo, constituye el auténtico desafío, la verdadera actividad subversiva amenazante de la familia.
Con motivo de la Jornada de la Sagrada Familia el próximo 30 de diciembre, el mensaje de los obispos se ha centrado en algo tan esencial como “Educar la fe en familia”, invitando a potenciar la reflexión sobre la decisiva importancia de la familia para vivir y crecer en la fe, en un tiempo donde la misma familia se siente golpeada por los constantes cambios en la sociedad. La vivencia cristiana, sofocada en muchos miembros de la familia por diversas circunstancias, puede “renacer” desde el testimonio creíble de familias que, iluminadas por la fe, sean capaces de «abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios», como afirma en Porta fidei Benedicto XVI.
Pero no sólo la anhelada uniformidad y el debilitamiento en la transmisión de la fe se han convertido en nuestra época en dos portentosos retos de la familia. La permisividad sexual y el emotivismo yerguen su pecho sobre la realidad social, postulándose como un virus destructor donde la familia deberá encontrar y activar sus propios mecanismos de defensa si quiere sobrevivir a esta feroz espiral de relativismo.
Cuando asistimos a un evidente cambio de paradigma en la familia, a una nueva estructura de las relaciones sociales, económicas y familiares, con propuestas resultantes de diversas variables; cuando nuestra cultura sueña haber alcanzado la tierra de promisión desde la exaltación de una libertad sin vínculos y el ominoso objetivo de moldear la naturaleza desde la legislación y la educación, impregnadas de la “ideología de género”, lejos de inventarse, la familia emergerá en su verdad interior de ser una comunidad de personas, una comunidad de vida y de amor vinculada al designio de Dios sobre ella.
Cuando la nueva ortodoxia occidental propone un voraz emotivismo, capaz de menoscabar la estabilidad del matrimonio y la familia en su propuesta de sobrevalorar la emoción en detrimento de la razón, diluyéndose la misma idea de familia; cuando el designio del mundo consiste en ampliar los conceptos de “matrimonio” y “familia” hasta comprender a cualquier grupo de personas entre las que se dé un vínculo sexual y afectivo, ajeno a la duración de la relación o el número y sexo de los partners, se hace más necesario y urgente para la familia perseverar en sus relaciones constitutivas y en su propia identidad en un tiempo obstinado en la deconstrucción de las relaciones personales.
La concepción emotivista de la familia, la frívola y malsana costumbre de “dejarse llevar por los sentimientos”, ha desembocado en la presuntuosa proclividad de llamar también matrimonio o familia a las parejas homosexuales: si lo sustantivo es el sentimiento, ¿por qué el amor entre personas del mismo sexo debería valer menos que el amor entre heterosexuales? Pero semejante propuesta emotivista nos depara además una funesta consecuencia: la volatilidad creciente de la familia, cuya estabilidad queda supeditada a los vaivenes de la emoción, como bien explica desde su propia experiencia personal Leonardo Mondadori: «El valor de la indisolubilidad parece haberse vuelto incomprensible: la gente cree que el amor entre los cónyuges consiste en “sentir algo”, en “quererse” en un sentido sentimental. Cuando uno piensa que ya no “siente” nada se considera incluso un deber irse cada uno por su lado en busca de un nuevo “sentimiento”. La entrega personal, el sacrificio, el perdón, la comprensión, la paciencia, la fidelidad jurada: todo lo que hace posible que la unión de un hombre y una mujer resista el desgaste del tiempo, no entra ya en el plan de vida».
La familia se comprenderá a sí misma como un sistema social definido por las relaciones de conyugalidad y generatividad, por la reciprocidad y el don, relaciones negadas desde la legislación que hay que preservar o rehacer: no debería permitirse que se fuera cayendo la familia a pedazos −dirá Chesterton− porque nadie tiene el debido sentido histórico de eso que se está desmoronando, de lo que se ha convertido ya en un verdadero “éxodo de lo doméstico”.
Desasistida por la ley y eclipsada por la cultura, la familia, sin embargo, es defendida y protegida por los organismos nacionales e internacionales en sus textos jurídicos. La Declaración de los Derechos Humanos de la ONU establece: “La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene el derecho a la protección de la sociedad y del Estado” (a.16, 3). Y la Constitución Española de 1978 determina: “los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia” (a.39).
En la Carta Magna de los Derechos Fundamentales de la Familia (24-XI-1983), se señalará que tales derechos “están impresos en la conciencia del ser humano y en los valores comunes de toda la humanidad”, así como que “derivan de la ley inscrita por el Creador en el corazón de todo ser humano”. Por tanto, los derechos de la familia derivan de la misma naturaleza de la familia, y no sólo de las exigencias de la doctrina católica.
Asimismo, el Documento Pontificio “desea estimular a las familias a unirse para la defensa y promoción de sus derechos”, dirigiéndose, finalmente, a “todos los hombres y mujeres para que se comprometan a hacer todo lo posible, a fin de asegurar que los derechos de la familia sean protegidos y que la institución familiar sea fortalecida para bien de toda la humanidad, hoy y en el futuro”.
Los derechos fundamentales de la familia, “aunque no constituyen un tratado de moral familiar”, ofrecen unos principios éticos válidos no sólo para las familias, sino también para las personas y los poderes públicos, precisamente en un momento crucial donde no se respeta el derecho a la vida ni a la libertad religiosa en muchos lugares del mundo, ni tampoco parece existir una política familiar adecuada cuando es el mismo concepto de familia lo que ha entrado en crisis.
La familia, se quiera reconocer o no, es la estructura social de la humanidad más universal, la célula básica de cualquier sociedad. El cristianismo, leyéndola de atrás adelante, la convirtió en Sagrada Familia, “un modelo perfecto de vida familiar, fundada en la fe, la esperanza y la caridad”, el “Hogar santo donde José, María y el Niño nos han enseñado con su vida silenciosa y humilde la dignidad y el valor de la familia”. En esta gran fiesta de la familia, conviene recordar las palabras del beato Juan Pablo II, que se convierten además en un poderoso estímulo: «Toda familia descubre y encuentra en sí misma la llamada imborrable, que define a la vez su dignidad y su responsabilidad». ¿Por qué buscar fuera lo que está dentro, no reconocer que la vida no es algo que provenga del exterior?: «familia, ¡sé lo que eres!».
Roberto Esteban Duque

viernes, 28 de diciembre de 2012

Mi percepción de la vida a medida que envejezco...

 "Mi percepción a medida que envejezco es que no hay años malos. Hay años de fuertes aprendizajes y otros que son como un recreo, pero malos no son. Creo firmemente que la forma en que se debería evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos. Por eso, no debiéramos tenerle miedo al sufrimiento ni al tan temido fracaso, porque ambos son sólo instancias de aprendizaje. Nos cuesta mucho entender que la vida y el cómo vivirla depende de nosotros, el cómo enganchamos con las cosas que no queremos, depende sólo del cultivo de la voluntad. Si no me gusta la vida que tengo, deberé desarrollar las estrategias para cambiarla, pero está en mi voluntad el poder hacerlo.
“Ser feliz es una decisión”, no nos olvidemos de eso. Entonces, con estos criterios me preguntaba qué tenía que hacer yo para poder construir un buen año porque todos estamos en el camino de aprender todos los días a ser mejores y de entender que a esta vida vinimos a tres cosas: -a aprender a amar -a dejar huella -a ser felices.
En esas tres cosas debiéramos trabajar todos los días, el tema es cómo y creo que hay tres factores que ayudan en estos puntos:
-Aprender a amar la responsabilidad como una instancia de crecimiento. El trabajo sea remunerado o no, dignifica el alma y el espíritu y nos hace bien en nuestra salud mental. Ahora el significado del cansancio es visto como algo negativo de lo cual debemos deshacernos y no cómo el privilegio de estar cansados porque eso significa que estamos entregando lo mejor de nosotros. A esta tierra vinimos a cansarnos,.......
-Valorar la libertad como una forma de vencerme a mí mismo y entender que ser libre no es hacer lo que yo quiero. Quizás deberíamos ejercer nuestra libertad haciendo lo que debemos con placer y decir que estamos felizmente agotados y así poder amar más y mejor.
-El tercer y último punto a cultivar es el desarrollo de la fuerza de voluntad, ese maravilloso talento de poder esperar, de postergar gratificaciones inmediatas en pos de cosas mejores. Hacernos cariño y tratarnos bien como país y como familia, saludarnos en los ascensores, saludar a los guardias, a los choferes de los micros, sonreír por lo menos una o varias veces al día. Querernos. Crear calidez dentro de nuestras casas, hogares, y para eso tiene que haber olor a comida, cojines aplastados y hasta manchados, cierto desorden que acuse que ahí hay vida. Nuestras casas independientes de los recursos se están volviendo demasiado perfectas que parece que nadie puede vivir adentro.
Tratemos de crecer en lo espiritual, cualquiera sea la visión de ello. La trascendencia y el darle sentido a lo que hacemos tiene que ver con la inteligencia espiritual. Tratemos de dosificar la tecnología y demos paso a la conversación, a los juegos “antiguos”, a los encuentros familiares, a los encuentros con amigos, dentro de casa. Valoremos la intimidad, el calor y el amor dentro de nuestras familias. Si logramos trabajar en estos puntos y yo me comprometo a intentarlo, habremos decretado ser felices, lo cual no nos exime de los problemas, pero nos hace entender que la única diferencia entre alguien feliz o no, no tiene que ver con los problemas que tengamos sino que con la ACTITUD con la cual enfrentemos lo que nos toca.
Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan. Y que en cambio, con las penas pasa al revés. Se achican.
Tal vez lo que sucede, es que al compartir, lo que se dilata es el corazón. Y un corazón dilatado esta mejor capacitado para gozar de las alegrías y mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro".


MAMERTO MENAPACE
Y yo añado:
-Cultivar el sentido del humor, empezando por reírnos de nosotros mismos. Y para poner un ejemplo, cuelgo esta foto...
¡Hacía mucho sol, y me puse lo que tenía a mano, un sombrero de boda de mi madre, -que además se lo hice yo-...!
 

Lugar del Opus Dei en la Iglesia Católica

La formación espiritual que ofrece el Opus Dei complementa la labor que realizan las iglesias locales. Las personas que se incorporan al Opus Dei continúan siendo fieles de la diócesis a la que pertenecen.

Opus Dei - Personas de los cinco continentes, en la beatificación de San Josemaría.
Personas de los cinco continentes, en la beatificación de San Josemaría.
El Opus Dei fue fundado en 1928. En 1941 recibió la aprobación del Obispo de Madrid, y en 1947 la de la Santa Sede. Desde 1982, es una Prelatura personal de la Iglesia Católica.

El Concilio Vaticano II creó la figura jurídica de las prelaturas personales para permitir el desarrollo de específicas misiones pastorales. Las prelaturas personales forman parte de la estructura jerárquica de la Iglesia. Están compuestas por laicos y sacerdotes que, bajo la autoridad de un prelado, cooperan orgánicamente para llevar a cabo la misión propia de la prelatura.

La actividad del Opus Dei se resume en la formación de los fieles de la prelatura para que desarrollen —cada uno en su propio lugar en la Iglesia y en el mundo— una actividad apostólica multiforme, promoviendo a su alrededor el ideal de la llamada universal a la santidad.

La tarea apostólica de los miembros de la prelatura —como la de muchos otros fieles católicos— persigue una vivificación cristiana que, con la gracia de Dios, redunda en beneficio de las parroquias y las iglesias locales: sus frutos son conversiones, una mayor participación en la Eucaristía, una práctica más asidua de los demás Sacramentos, la difusión del Evangelio en ambientes a veces alejados de la fe, iniciativas de solidaridad con los más necesitados, colaboración en catequesis y en otras actividades parroquiales, cooperación con organismos diocesanos.

Este apostolado de las personas del Opus Dei se desarrolla en el marco del carisma específico de la prelatura: la santificación en el trabajo y en las realidades de la vida ordinaria.

Las autoridades del Opus Dei promueven la unión de todos los fieles de la prelatura con los pastores de las diócesis, les invitan a profundizar en el conocimiento de las disposiciones de los obispos diocesanos y de la Conferencia Episcopal y les animan a llevarlas a la práctica, cada uno de acuerdo con sus circunstancias personales, familiares y profesionales.

En virtud del carácter exclusivamente espiritual de su misión, la prelatura no interviene en las cuestiones temporales que sus fieles afrontan con completa libertad y responsabilidad personales.

Los Estatutos señalan que, por lo que se refiere a la actuación profesional y a las doctrinas sociales, políticas, etc., los fieles de la prelatura, dentro de los límites de la doctrina católica sobre fe y costumbres, tienen la misma plena libertad que los demás ciudadanos católicos. Las autoridades de la prelatura están obligadas a abstenerse totalmente incluso de dar consejos en estas materias.

jueves, 27 de diciembre de 2012

China consumirá más de la mitad del carbón mundial en 2014


En tan solo cinco años, el carbón -la fuente de energía que produce mayor efecto invernadero- igualará al petróleo como primera fuente energética mundial, según el último informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Si continúan las tendencias actuales, este organismo prevé que el carbón será la principal fuente de energía dentro de una década.
En el estudio publicado este martes, la AIE calcula que el consumo de carbón alcanzará los 4.320 millones de toneladas en 2017, frente a los 4.400 millones de toneladas de petróleo.
"Si no se produce ningún cambio en las políticas actuales, el carbón pasará al petróleo de aquí a una década", ha asegurado la presidenta de la organización internacional, Maria van der Hoeven.
La AIE explica que, "gracias a recursos abundantes y a una demanda insaciable de electricidad en los mercados emergentes, el carbón ha representado cerca de la mitad del incremento de la demanda mundial de energía en la primera década del siglo XXI".

China consumirá más de la mitad del carbón mundial en 2014

Países con un fuerte desarrollo económico -como India y, sobre todo, China- son los protagonistas de este aumento, aunque la Agencia también advierte de que Europa se resiste a abandonar por completo el carbón, a pesar de sus regulaciones medioambientales.
Así, el informe sentencia: "El carbón es China y China es el carbón". El gigante asiático en solitario supuso en 2011 el 46,2% del consumo mundial y pasará a absorber más de la mitad antes de 2014.

Sin embargo, la AIE constata que la demanda de carbón crece en todas las regiones del mundo, salvo en Estados Unidos, donde la explotación masiva del gas pizarra se ha traducido en un fuerte abaratamiento del precio del gas, que ha hecho que el carbón sea menos competitivo.

jueves, 20 de diciembre de 2012

¿Qué sabemos realmente de Jesús?

De Jesús de Nazaret tenemos más y mejor información que de la mayoría de los personajes de su tiempo. Disponemos de todo lo que los testigos de su vida y de su muerte nos han transmitido: tradiciones orales y escritas sobre su persona, entre las que destacan los cuatro evangelios, que han sido transmitidas en la realidad de la comunidad de fe viva que él estableció y que continúa hasta hoy. Esta comunidad es la Iglesia, compuesta por millones de seguidores de Jesús a lo largo de la historia, que le han conocido por los datos que ininterrumpidamente les trasmitieron los primeros discípulos. Los datos que hay en los evangelios apócrifos y otras referencias extrabíblicas no aportan nada sustancial a la información que nos ofrecen los evangelios canónicos, tal como han sido trasmitidos por la Iglesia.

Hasta la Ilustración, creyentes y no creyentes estaban persuadidos de que lo que podíamos conocer sobre Jesús se contenía en los evangelios. Sin embargo, por ser relatos escritos desde la fe, algunos historiadores del siglo XIX cuestionaron la objetividad de sus contenidos. Para estos estudiosos, los relatos evangélicos eran poco creíbles porque no contenían lo que Jesús hizo y dijo, sino lo que creían los seguidores de Jesús unos años después de su muerte. Como consecuencia, durante las décadas siguientes y hasta mediados del siglo XX se cuestionó la veracidad de los evangelios y se llegó a afirmar que de Jesús “no podemos saber casi nada” (Bultmann).

Hoy en día, con el desarrollo de la ciencia histórica, los avances arqueológicos, y nuestro mayor y mejor conocimiento de las fuentes antiguas, se puede afirmar con palabras de un conocido especialista del mundo judío del siglo I d.C. —a quien no se puede tachar precisamente de conservador— que “podemos saber mucho de Jesús” (Sanders). Por ejemplo, este mismo autor señala “ocho hechos incuestionables”, desde el punto de vista histórico, sobre la vida de Jesús y los orígenes cristianos: 1) Jesús fue bautizado por Juan Bautista; 2) era un Galileo que predicó y realizó curaciones; 3) llamó a discípulos y habló de que eran doce; 4) limitó su actividad a Israel; 5) mantuvo una controversia sobre el papel del templo; 6) fue crucificado fuera de Jerusalén por las autoridades romanas; 7) tras la muerte de Jesús, sus seguidores continuaron formando un movimiento identificable; 8) al menos algunos judíos persiguieron a ciertos grupos del nuevo movimiento (Ga 1,13.22; Flp 3,6) y, al parecer, esta persecución duró como mínimo hasta un tiempo cercano al final del ministerio de Pablo (2 Co 11,24; Ga 5,11; 6,12; cf. Mt 23,34; 10,17).

Sobre esta base mínima en la que los historiadores están de acuerdo se pueden determinar como fidedignos desde el punto de vista histórico los otros datos contenidos en los evangelios. La aplicación de los criterios de historicidad sobre estos datos permite establecer el grado de coherencia y probabilidad de las afirmaciones evangélicas, y que lo que se contiene en esos relatos es sustancialmente cierto.

Por último, conviene recordar que lo que sabemos de Jesús es fiable y creíble porque los testigos son dignos de credibilidad y porque la tradición es crítica consigo misma. Además, lo que la tradición nos trasmite resiste el análisis de la crítica histórica. Es cierto que de las muchas cosas que se nos han trasmitido sólo algunas pueden ser demostrables por los métodos empleados por los historiadores. Sin embargo, esto no significa que las no demostrables por estos métodos no sucedieran, sino que sólo podemos aportar datos sobre su mayor o menor probabilidad. Y no olvidemos, por otra parte, que la probabilidad no es determinante. Hay sucesos muy poco probables que han sucedido históricamente. Lo que sin duda es verdad es que los datos evangélicos son razonables y coherentes con los datos demostrables. En cualquier caso, es la tradición de la Iglesia, en la que estos escritos nacieron, la que nos da garantías de su fiabilidad y la que nos dice cómo interpretarlos.
Bibliografía: A. Vargas Machuca, El Jesús histórico. Un recorrido por la investigación moderna, Universidad Pontifica de Comillas, Madrid 2004; J. Gnilka, Jesús von Nazareth. Botschaft und Geschichte, Herder, Freiburg 1990 (ed. esp. Jesús de Nazaret, Herder, Barcelona 1993); R. Latourelle, A Jesús el Cristo por los Evangelios. Historia y hermenéutica, Sígueme, Salamanca 21986; F. Lambiasi, L’autenticità storica dei vangeli. Studio di criteriologia,: EDB, Bologna 21986.
Juan Chapa

miércoles, 19 de diciembre de 2012

¿CÓMO ES EL CRISTO QUE TÚ ESPERAS EN NAVIDAD?
"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo". Bendita palabra, la alegría no se separaría nunca más de los hombres.

Era tiempo de adviento y soplaban vientos nuevos.

Jerusalén se había corrompido, su olor era nauseabundo, los olores que despedía el templo eran la grasa gorda, el dinero, las finanzas, el influyentísimo y el ascenso hasta los primeros puestos para asegurar una buena posición económica. La esposa del Señor se había prostituido y ya no había que buscar nada en aquella ciudad que había perdido su frescura y su antiguo esplendor. Hoy Dios ya no quería nada en aquella ciudad. Vientos nuevos, que impulsaron a una ruptura total y nuevos derroteros para que Dios pudiera habitar entre los suyos, entre los hombres. Dios buscaba una nueva esposa. Y fue elegido para encontrarla el secretario de Relaciones Exteriores del Señor, el Arcángel San Gabriel, y se escogió una aldea perdida en las montañas de Galilea, donde habitaban los marginados, los despreciados, los palurdos, casi casi paganos, aunque pertenecieran al mismo pueblo hebreo.

Y fue escogida la más sencilla de las mansiones y la más fresca de las chamaquitas de Galilea. Trece o catorce años. Muchachita de campo, curtida por el sol y las limitaciones de la pobreza y casada con obrero pobre de su misma comunidad, aunque él fuera descendiente del Rey David. . La diferencia que se obró en un momento no podía ser más significativa: un ángel de luz, ataviado para las grandes ocasiones y una muchachita que oraba y se alegraba por la llegada ya inminente del Dios de los cielos para honrar a los suyos.

El saludo fue particularmente significativo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo". Bendita palabra, la alegría no se separaría nunca más de los hombres, porque Dios se complace en vivir entre los pobres y los más desarrapados de los hombres. Nunca más la alegría podría deshacerse entre las manos de los hombres.

Y a continuación vino la embajada. El ángel le anuncia que si ella quisiera, podría convertirse en la madre del Señor, la madre de Jesús, quien sería grande y sería llamado Hijo del Altísimo, que tendría el trono de David su padre y reinaría por todos los siglos.

Es el gran anuncio, y es el Evangelio de la ternura y de la delicadeza del Creador que propone y no se impone a su criatura. Ante tantas mujeres que son maltratadas, vejadas, prostituidas, Dios estuvo pendientísimo de la respuesta de aquella mujer que no cabe en sí de asombro ante tal cometido: proporcionarle un cuerpo humano al Hijo de Dios, y proporcionarle al Dios altísimo la oportunidad de acercarse para siempre a los hombres y salvarlos pero desde dentro de su condición de humanos.

María pregunta, inquiere, se informa de las condiciones pero no para poner ninguna condición más sino para poder dar una respuesta plenamente satisfactoria al Dios que la llamaba. El ángel responde adecuadamente: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra", y el hijo de sus entrañas sería santo, consagrado y sería para siempre hijo del Altísimo.

María no necesita más explicaciones, si Dios se las ha dado, ha sido por su generosidad, su ternura, y el deseo ardentísimo de que María aceptara el altísimo cometido. Y la respuesta fue clara, tajante, luminosa, al grado que ha servido desde entonces y por siglos y siglos, de inspiración para pintores, escultores y artistas que quisieran dejar plasmado ese momento clave en la vida de los hombres, en que María, en nombre de la humanidad quiso convertirse en la nueva esposa del Señor, aceptando el don de la Maternidad que terminó para siempre el largo Adviento, para hacer presente entre los hombres al primero de todos ellos, el más bello, el más comprometido, el más solidario con todos los hombres, aquél que tuvo como gran honor permanecer cercano a los que nada esperan para ser él el que pueda colmar los deseos de paz, de progreso, de solidaridad y de salvación para todos los hombres.

¿Es ese el Cristo que tú estás esperando en esta Navidad?
Autor: P. Alberto Ramírez Mozqueda

martes, 18 de diciembre de 2012

Virgen de la Esperanza

Fiesta: 18 de Diciembre


La imágen de la Virgen que ven en el video es la que veneramos en Argentina.

Nuestra Señora de la O, o de la Virgen de la Esperanza o de la Expectación del Parto, es una festividad genuinamente española, habiendo sido instituida por los Padres del X Concilio de Toledo en el año 656, fijándola ocho días antes de la Natividad de Jesús, el 18 de diciembre. Este nombre, de Nuestra Señora de la O, le viene a María porque las siete estrofas de Vísperas, que preceden a la Navidad, empiezan por "OH", signo de expectativa y esperanza del pueblo de Israel, y especialmente de María, en la llegada de un salvador. Por lo que Virgen de la O es sinónimo de Virgen de la Esperanza.

El nombre de Nuestra Señora de la O, ha sido interpretado más popularmente como aludiendo al estado avanzado de gravidez de la Santísima Virgen, cuyo purísimo vientre se muestra ya redondo como esa vocal a pocos días del alumbramiento del Hijo de Dios.

La esperanza es una virtud que acompaña al pueblo de Israel a lo largo de toda su historia. El pueblo de Dios tenía clara conciencia de su pecado y de que Dios remediaría su situación. El pueblo de Israel, alentado por las enseñanzas de los Patriarcas y Profetas, fue creciendo en la esperanza de que Dios le libraría de todos sus males y pecados enviándoles un salvador. Pero entre todos los hijos de Israel la que más intensamente vivió la esperanza y ansió el cumplimiento de las promesas fue María. Los Santos Padres nos la presentan en oración, absorta en Dios, cuando recibe la visita del arcángel San Gabriel, pidiendo al Altísimo la pronta llegada del Mesías Salvador.
Pero María, por ser madre del Redentor y por voluntad del Padre, se convierte en fuente de esperanza para el nuevo pueblo de Israel. Ella es, pues, la esperanza de nuestra salvación en medio de las dificultades de la vida. Y así, el Vaticano II no duda en proclamarla "Signo de Esperanza", que precede con su luz al pueblo de Dios peregrinante en esta tierra, hasta que llegue el día de Señor.
La Virgen de la Esperanza es por excelencia la patrona de las mujeres embarazadas. Ofrezcamos este día, de modo particular, a todas aquellas mujeres que se hallan embarazadas, para que la Virgen las asista y las proteja y para que sepan cumplir cabalmente con su misión maternal.

lunes, 17 de diciembre de 2012

ENTRANDO POR EL ESTABLO

Queridos hermanos y hermanas:


«A María le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada» (cf. Lc 2,6s). Estas frases, nos llegan al corazón siempre de nuevo. Llegó el momento anunciado por el Ángel en Nazaret: «Darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo» (Lc 1,31). Llegó el momento que Israel esperaba desde hacía muchos siglos, durante tantas horas oscuras, el momento en cierto modo esperado por toda la humanidad con figuras todavía confusas: que Dios se preocupase por nosotros, que saliera de su ocultamiento, que el mundo alcanzara la salvación y que Él renovase todo. Podemos imaginar con cuánta preparación interior, con cuánto amor, esperó María aquella hora. El breve inciso, «lo envolvió en pañales», nos permite vislumbrar algo de la santa alegría y del callado celo de aquella preparación. Los pañales estaban dispuestos, para que el niño se encontrara bien atendido. Pero en la posada no había sitio. En cierto modo, la humanidad espera a Dios, su cercanía. Pero cuando llega el momento, no tiene sitio para Él. Está tan ocupada consigo misma de forma tan exigente, que necesita todo el espacio y todo el tiempo para sus cosas y ya no queda nada para el otro, para el prójimo, para el pobre, para Dios. Y cuanto más se enriquecen los hombres, tanto más llenan todo de sí mismos y menos puede entrar el otro.
  
Juan, en su Evangelio, fijándose en lo esencial, ha profundizado en la breve referencia de san Lucas sobre la situación de Belén: “Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron” (1,11). Esto se refiere sobre todo a Belén: el Hijo de David fue a su ciudad, pero tuvo que nacer en un establo, porque en la posada no había sitio para él. Se refiere también a Israel: el enviado vino a los suyos, pero no lo quisieron. En realidad, se refiere a toda la humanidad: Aquel por el que el mundo fue hecho, el Verbo creador primordial entra en el mundo, pero no se le escucha, no se le acoge.
  
En definitiva, estas palabras se refieren a nosotros, a cada persona y a la sociedad en su conjunto. ¿Tenemos tiempo para el prójimo que tiene necesidad de nuestra palabra, de mi palabra, de mi afecto? ¿Para aquel que sufre y necesita ayuda? ¿Para el prófugo o el refugiado que busca asilo? ¿Tenemos tiempo y espacio para Dios? ¿Puede entrar Él en nuestra vida? ¿Encuentra un lugar en nosotros o tenemos ocupado todo nuestro pensamiento, nuestro quehacer, nuestra vida, con nosotros mismos?

domingo, 16 de diciembre de 2012

Contemplar un momento "la Navidad": no es tan difícil encontrar el secreto para ser felices

La Navidad es inagotable. Después de dos mil años, sigue ilusionando a los niños, inspirando a los artistas, arrobando a los místicos y movilizando al mundo entero. Basta recorrer las principales avenidas y comercios del orbe a partir de noviembre para sentir la fuerza del fenómeno. Y esto en una cultura que es llamada ya por muchos "post-moderna"; es decir, que dejó atrás la modernidad y se ha vuelto "ultramoderna", sobre todo por su dominio técnico y científico, su estructuración geopolítica y social y su configuración global.

En esta nueva edad de la humanidad, contrasta cada vez más la celebración de la Navidad con la tradición de la Navidad. Las tradiciones, en general, están muy devaluadas. Se ha difundido la idea de que son algo que se hace sólo por costumbre, inercia o imposición social o religiosa. Muy al contrario, las tradiciones son como las mejores prácticas de la humanidad, amasadas en forma de costumbre o recurrencia, precisamente para que no se pierdan. Las tradiciones tienen un núcleo interior, un sentido profundo que inspira y da significado a la celebración exterior.

La celebración de la Navidad, sin embargo, está siendo cada vez más superficial y material. Y a medida que se va imponiendo un modelo pagano y comercial de celebrarla, se va perdiendo su riqueza profunda y su encanto. Hacen falta nuevos puentes entre tradición y postmodernidad. Sin duda, hay muchos elementos que depurar en ciertas tradiciones. Pero es preciso redescubrir el valor de las sanas tradiciones, si no queremos perder irresponsablemente riquezas atesoradas por la humanidad a lo largo de siglos y milenios.

La Navidad es la tradición por excelencia. Aunque inmediatamente hay que aclarar que la Navidad es mucho más que una tradición. Es un acontecimiento. Un evento histórico o, mejor, "metahistórico", en el sentido de que rebasa, desborda y envuelve la historia misma, iluminándola y dándole su pleno significado. Por eso, la Navidad jamás será obsoleta. Y por eso también hoy tiene tanto que decirle a nuestra cultura postmoderna. Las siguientes reflexiones son sólo un botón de muestra.

1. El secreto del burro y el buey: la calma

La nuestra es una sociedad apresurada. No tenemos tiempo para nada. Parecemos "malabaristas" de la existencia: sentimos la presión de mantener muchos roles y responsabilidades en el aire y la limitación de contar sólo con "dos manos".
Y se nos nota: la prisa nos apremia; y también nos maltrata. Más allá de los estragos del stress, tan bien documentados, a veces cometemos errores muy básicos por no dedicarle a cada cosa su tiempo. No hace mucho, al bajar del coche, por la prisa, cerré la puerta sin estar "completamente fuera". ¿El resultado? Un dedo "machucado" y algunas estrellas.

El burro y el buey, siempre presentes en los nacimientos, tienen un secreto que ofrecernos: la calma. La tradición de colocar estos dos animales junto al pesebre del Niño Jesús no es ornamental. Tiene fundamento bíblico: "Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo", escribe el profeta Isaías (1, 3).

Recuerdo el gesto sereno y apacible del burro y del buey del nacimiento que poníamos en casa. Dos modelos humanos difícilmente hubieran podido expresar tanta calma. El burro y el buey simplemente "están". No se mueven. No caminan. No se marchan. No tienen ninguna prisa.

La calma supone saber estar donde se debe estar en cada momento. Claro, supone también una buena organización personal y claridad de prioridades. Si quieres calma -parecen decirnos estos animales- dale prioridad a Dios. Ellos reconocieron en el Niño Jesús a su "dueño y amo". En otras palabras, no tenían otro lugar mejor donde estar en ese momento. Si Dios fuera siempre nuestra prioridad, y le dedicáramos tiempo a la oración, al trato con Él, seguramente tendríamos más calma. No por tener menos cosas que hacer, sino por hacer las que realmente importan. Por lo demás, el tiempo no existe ni importa cuando estamos con aquellos que amamos.

"Ustedes tienen el reloj; nosotros tenemos el tiempo", decía un viejo beduino del desierto a un turista. Aprendamos del burro y el buey a no dejarnos presionar tanto por las manecillas. Y menos cuando estemos en oración. Nunca como entonces se puede saborear la serena alegría de estar junto a Dios en plena calma.

2. El secreto de José: la providencia

Nuestra sociedad se ha vuelto demasiado racional. El concepto viene del latín "reor, ratum", que significa calcular. En otras palabras, hemos aprendido a ser calculadores. Ponderamos demasiado ciertas decisiones que podrían ser más diligentes y valientes si no miráramos tanto su precio en sacrificio o generosidad. En el fondo, además de mezquindad, el ser calculadores supone poca confianza en Dios. Lo prevemos y lo programamos todo para no poner en riesgo nuestra comodidad o conveniencia.

También José habrá hecho sus cálculos y previsiones. "Será Hijo del Altísimo", le dijo María. Y Él concluyó en su imaginación: "Nacerá en un palacio, con los mejores médicos. Viviremos con él en Jerusalén, la capital. Nos darán como casa el Templo de Salomón. Y vendrán reyes y reinas de todas partes a visitarnos. Ya no tendré que trabajar de carpintero".

Pero, ¡qué realidad tan distinta! Un inesperado censo en Belén, el nacimiento en una cueva y la huida a Egipto dieron al traste con sus ilusiones. Y después el regreso a Nazaret y una larga estancia ahí, sin pena ni gloria, para terminar muriendo carpintero. La Navidad es una profunda lección sobre la providencia de Dios, que lleva muchas veces nuestra vida muy al margen de nuestros cálculos y previsiones.

Confiar en la providencia es la actitud más realista. Nadie tiene el control total de su destino personal, matrimonial, familiar, profesional, etc. No lo tuvo José; menos lo tendremos nosotros. Y es mejor que así sea. La apertura a la providencia divina nos ubica en nuestra realidad de creaturas de un Dios que ve y actúa más allá de las circunstancias prósperas y adversas, llevando siempre las cosas en el modo que más nos conviene. Fue el caso de José; y puede ser también el nuestro si aprendemos, como él, a confiar en la Providencia.

3. El secreto de los ángeles: la espiritualidad

Nuestra sociedad se ha vuelto cada vez más física. No en el sentido científico, sino corporal. Está obsesionada por el fitness, por la "buena forma". Los gimnasios están cerca de llegar a ser el negocio del siglo. Ahora bien, cultivar el cuerpo no tiene nada de malo. El cuerpo es una dimensión esencial de nuestro ser. Como dijo el filósofo Gabriel Marcel, propiamente no tenemos un cuerpo; somos nuestro cuerpo.
Posee, por tanto, una altísima dignidad, y merece todo cuidado y atención. Cada uno es responsable del cuerpo que Dios le dio a modo de talento para dar fruto en esta vida. Baste pensar que todos nuestros actos, los ordinarios y los sublimes, entran en escena a través de nuestra corporeidad; incluso el pensar y el amar.

Pero una cosa es cultivar el cuerpo y otra muy diferente es dar culto al cuerpo. El cuerpo nunca ha de ser idolatrado. Porque nadie debe idolatrarse a sí mismo. Hoy cabría hablar de un cierto narcisismo corporal. Narcisismo condenado de raíz, como en el caso de la fábula, a una profunda frustración. El tiempo pasa y deja su indeleble huella de desgaste y debilitamiento sobre el cuerpo, por más que uno se afane en conservarlo intacto. Ninguna cirugía, ningún procedimiento, ninguna técnica -por mucho avance que haya en la materia- es capaz de evitar el envejecimiento. Y quienes van más allá de lo razonable en este campo, en lugar de envejecer con naturalidad -que es la manera "bella" de envejecer- envejecen como monstruos.

Contra esta tendencia "idolátrica" del cuerpo, los ángeles de la Navidad nos revelan su secreto: el de la espiritualidad. Ellos, que son espíritus puros, nos enseñan a valorar y a gozar la vida espiritual. A buscar no sólo una buena "condición física"; también espiritual. Después de todo, el espíritu nunca envejece. "Cada uno tiene la edad de su corazón", solía repetir el beato Juan Pablo II. Y tal vez por eso, a pesar de los achaques de su vejez corporal, mantuvo siempre un espíritu joven. Basta ver con qué facilidad conectaba con los jóvenes en las Jornadas Mundiales que él mismo protagonizaba.

A veces podemos sentir que la vida espiritual es aburrida, monótona. El canto de los ángeles en Navidad nos recuerda que la vida espiritual es siempre bella, emocionante minuto a minuto, cualquiera que sea la condición del cuerpo. No está mal cultivar la buena forma, cuidar la salud del cuerpo. Pero también -y con mayor razón- hay que cultivar el alma. Después de todo, como dice una antigua frase latina, "los rasgos del alma siempre serán más bellos que los del cuerpo".

4. El secreto de María: el silencio

Dos necesidades básicas nos definen: hablar y ser escuchados. Con el añadido hoy de la tecnología -celulares, redes sociales, blogs, chateo, etc.- la ecuación queda así: tendencia natural a hablar + tecnología = sociedad hiperparlante. Supongo que más de alguno habrá ya querido gritar desde algún punto del planeta: "¡Basta; cállense todos!".

María tiene un secreto para nuestra ruidosa sociedad: su silencio. Ella, la gran coprotagonista de la Navidad; la que tendría tanto que decir, tanto que contar, guarda silencio, medita. Según la narración evangélica del nacimiento de Jesús, en esos momentos María no dijo una sola palabra. Su silencio fue el mejor modo de acompañar el acontecimiento más grande de la historia. Ningún sonido, ninguna melodía hubiera estado a la altura del momento. Por eso, bien se ha dicho, nada es más solemne que el silencio.

Ahora bien, el silencio de María no fue estéril ni superficial. Fue el espacio fecundo para reflexionar, profundizar y contemplar: "María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón" (Lc. 2, 19). Ella entendió por anticipado lo que un psiquiatra español diría siglos más tarde: en ciertas ocasiones "la palabra es plata y el silencio es oro".

El silencio tiene capas. Hay un silencio "exterior". Importantísimo. Consiste en saber "apagar" los estímulos sensoriales. Cuánto bien nos haría a todos tener al menos 30 minutos de este silencio al día. No siempre es posible. Pero habría que saber encontrar algún remanso así a lo largo del día. Los silencios más profundos son los de la memoria, para evitar malos recuerdos y purificar el pasado; los de la imaginación, para no anticipar desgracias; los de la susceptibilidad, para no "atar demasiados cabos" y sentirnos víctimas de todo mundo, etc., etc. Adquirir la disciplina del silencio no es fácil, pero el fruto bien vale la pena. El silencio es, en cualquier caso, un guardián del alma.

5. El secreto del pueblo judío: la esperanza

Nuestra sociedad tiende al pesimismo. No sin razón. Basta hojear cualquier periódico para lamentar lo mal que están las cosas. Y así, a fuerza de tragedias y decepciones, han bajado mucho nuestras reservas de optimismo.

En el fondo, hemos perdido esperanza. Y tal vez por eso nos hemos vuelto más superficiales. La superficialidad es la enfermedad de los que no esperan nada. De los que viven en un mundo sin profundidad, sin relieve, sin montañas que conquistar ni misterios que penetrar. J.P. Sartre escribió: "La vida es una derrota, nadie sale victorioso, todo el mundo resulta vencido; todo ha ocurrido para mal siempre y la mayor locura del mundo es la esperanza". Pues precisamente, esa locura del mundo, la esperanza, fue por siglos el gran secreto del mundo antes de Cristo; el que lo puso en una sana tensión, en una espera de Dios que no fue defraudada.

Cuando esperamos algo nos polarizamos, nos cargamos de ilusión. La esperanza mete un centro de gravedad en nuestra vida, y así nos saca de la superficialidad. La espera de Cristo ha sido la más grande que el mundo ha tenido y tiene, pues ahora esperamos su segunda venida. La Navidad nos lo recuerda cada año. S. Grygiel definió la esperanza como la memoria del futuro. Conviene recordar siempre que lo mejor está por venir; que Cristo está por venir. Es el núcleo del mensaje del Adviento litúrgico.

El optimismo cristiano no es una vana ilusión; es una educación del alma. El optimista es quien ha sabido educar su mirada para descubrir lo positivo que se asoma a su alrededor. Y si la crónica del mundo no camina por donde quisiéramos, no es más que una invitación a mirar más alto. Después de todo, como diría Lacordaire, la adversidad descubre al alma luces que la prosperidad no llega a percibir.

6. El secreto de las estrellas: la humildad

El glamur, según el Diccionario de la Real Academia Española, es un "encanto sensual que fascina". En nuestra sociedad equivale a una preocupación excesiva por la buena apariencia, por el look más llamativo. En un sentido más amplio, el glamur está presente en casi todos los sectores. Hay un glamur de los negocios, del deporte, del espectáculo, de la vida social. En todos los casos, el objetivo es brillar, impresionar, ser el centro de atención.

A esta sociedad glamurosa, las estrellas de la noche de Navidad tienen un secreto que ofrecerle: el de la humildad. Las estrellas sólo brillan en la oscuridad. Cada una brilla con su tamaño y su fulgor propio, sin complejos ni tontas comparaciones. Las estrellas brillan siempre, independientemente de si las miramos o no. Las mira Dios, y eso les basta. "No eres más porque te alaben, ni eres menos porque te desprecien; lo que eres a los ojos de Dios, eso eres", escribía Tomás de Kempis en el siglo XV.

Aquella noche de Navidad, las estrellas debieron brillar maravillosas, sin envidia de la gran estrella posada sobre la cueva de Belén. Cada una brilló lo mejor que pudo, sin sentirse menos. De haberla mirado con envidia, se habrían opacado. Porque la envidia es la polilla del talento (Campoamor). Ellas, en cambio, por su humildad preservaron su talento. Y por eso hoy, sobre una sociedad ávida de reflectores, de relumbrón y de flashazos, ellas siguen siendo, sin pretenderlo, las verdaderas estrellas.

7. El secreto del pesebre: la pobreza

Una nota novedosa de nuestra sociedad postmoderna es la ambición. Sin duda, ciertas ambiciones son legítimas. El problema es la ambición que se torna insaciable. El gran secreto del pesebre fue la pobreza espiritual, el desprendimiento interior.

Siempre he tratado de imaginar la historia del pesebre; una historia que, sin duda, fue de más a menos. Empezó siendo un tambo limpísimo, idóneo para almacenar agua, aceite o vino. Más tarde fue contenedor de combustible o de lejía. Después lo destaparon para llenarlo de grano trigo, garbanzo o maíz. Un poco más rodado y abollado, se convirtió en tambo de basura. Muchos golpes después, picado y maltratado, cuando ya no servía para otra cosa, lo pasaron por la sierra y, partido por la mitad, dejó de ser tambo y empezó a ser pesebre, en el que colocaron paja para vacas y bueyes.

Quizá nunca imaginó, rodando por la pendiente de la humillación, que llegaría a ser el primer sagrario de la historia, después de María. El pesebre nos recuerda que muchas veces se es más feliz y afortunado siendo menos que más; que el camino de la ambición no lleva a ninguna parte; y que las predilecciones de Dios tienen muy poco que ver con nuestros méritos.

8. El secreto de los Reyes Magos: la docilidad

Nuestra sociedad presume, con razón, de independencia. Pero una mal entendida libertad puede llegar a ser una falsa autonomía, que raya en la ilusión, en la pérdida de referentes morales y de criterios rectos y claros. Ciertas corrientes de pensamiento han postulado un falso humanismo, que consiste en borrar a Dios del horizonte para que el hombre pueda ser plenamente hombre. Su tesis, en resumen, podría enunciarse así: "Si Dios es, el hombre no puede ser".

Esta postura, sin embargo, constituye un verdadero drama, que inspiró el título de un libro del teólogo Henri de Lubac: El drama del humanismo ateo. Años más tarde, el Concilio Vaticano II resumía admirablemente su esencia: "La criatura sin el Creador desaparece... Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida" (Gaudium et spes, 36).

En otras palabras, cuando el hombre deja de tener por referente a Dios, se extravía en un laberinto sin salida. Es aquí donde los Reyes Magos tienen un secreto maravilloso que ofrecernos: el de la docilidad a Dios. Ellos se dejaron guiar. Fueron verdaderamente sabios al no fiarse de sí mismos, de su autonomía; al buscar fuera de sí mismos, en el cielo, la verdadera razón de su vida y el camino a seguir. Cierto, el camino fue largo y muchas veces oscuro. Pero en premio a su docilidad, encontraron al mismísimo Dios, que se hizo carne para ser hallado.

Su docilidad es una lección de sensibilidad a los auténticos valores y a las inspiraciones de lo alto. Dios nos manda señales; nos sugiere, nos invita, nos muestra estrellas que seguir. El corazón rebelde se ciega y endurece; se enferma de lo que la Biblia llama "esclerocardía" -dureza de corazón-. En cambio, el corazón sensible tiene ojos; y el dócil, pies. Así puede descubrir las "señales de arriba" y seguirlas con paciencia, sabiendo que tarde o temprano le llevarán al mejor de los hallazgos: Dios mismo.

9. El secreto de los pastores: la fe

A nuestra sociedad cada día le cuesta más creer. Es cierto, muchas certezas se han derrumbado; muchas confianzas han sido defraudadas, sobre todo en los últimos años. Por eso, más de alguno me ha dicho: "Ya no sé en qué creer".

El secreto de los pastores fue su fe. Una fe sencilla, pero viva, operante y alegre. Ellos eran, muy probablemente, hombres sin educación, sin formación, sin grandes lecturas. Pero aquella noche de Navidad fueron los hombres más iluminados de la historia. Dice el Evangelio: "Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Angel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz" (Lc. 2, 8 - 9). Eso es la fe: una luz envolvente, que todo lo ilumina: no sólo la noche, también la vida; no sólo el entorno, también el corazón.

La suya fue una fe sin cuestionamientos. Inmediatamente, sin mayor deliberación, los pastores se levantaron y se pusieron en camino. "Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado" (Lc. 2, 15).

La fe no es sólo "creer" con la mente. Es un dinamismo interior que nos pone "en movimiento". La fe cambia la vida. Nunca es estática. Porque nuestro corazón tampoco lo es; siempre busca un horizonte ilimitado. Las solas expectativas de esta vida le quedan chicas; y sus motivaciones, también.

La fe de los pastores, por lo demás, tampoco contradijo su razón. Sólo la iluminó. La llevó mucho más lejos. La abrió a una revelación que venía de lo alto. Porque, en definitiva, la fe es más una respuesta que una búsqueda. Los pastores no buscaron a Dios; sólo se dejaron encontrar por Él.

La fe desemboca en un gran sentido de lo esencial. Aquella noche, los pastores descubrieron que ya nada importaba, que sólo una cosa era necesaria: estar junto al Recién Nacido. Quien posee el sentido de lo esencial capta lo importante, busca lo único necesario, y así simplifica muchísimo su vida. Fue lo que años después diría Cristo a Marta: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada" (Lc. 10, 41-42).

10. El secreto de la noche de Navidad: la paz

Se diría que éste último secreto de la Navidad es la síntesis de todos los anteriores: la paz. San Agustín la definió como la "tranquilidad del orden". Según los historiadores, durante la noche de Navidad cesaron las guerras, se hermanaron los pueblos, se reunieron las familias, y parece que todo el cosmos se puso en paz. El Martirologio romano subraya este hecho cuando dice que Cristo nació "mientras reinaba la paz en toda la Tierra".

La paz es un resultado. Algo que encontramos al final del esfuerzo. Quien renuncia a la prisa, confía en la Providencia, se ejercita en la espiritualidad, vive el silencio, madura su esperanza, forja su humildad y pobreza, su docilidad y su fe, seguramente hallará paz.

Parecen demasiados pasos. En realidad, el camino no es tan largo. Porque todos estos esfuerzos son vasos comunicantes. Quien trabaja en un aspecto, termina por crecer también en los demás. No hay hombre que ore sin ejercitar su fe, su abandono en Dios, su pobreza y humildad. Por eso, más que ver una lista de tareas, tomemos al menos un secreto de la Navidad y empecemos a vivirlo con empeño e interés. Cualquiera de ellos tiene toda la virtualidad para cambiarnos la vida y mejorarla notablemente.

Y no olvidemos que el verdadero centro de la Navidad es Jesús mismo. Él es el Príncipe de la Paz, como lo llama la Iglesia. En Él y sólo en Él encontraremos la paz. En Él posemos nuestra mirada, confiada y segura. Quizá el "mundo feliz" que algunos han profetizado no es tan utópico como pareciera. Porque en realidad no se necesita quién sabe qué nivel de desarrollo científico y técnico para clonar a la gente y diseñar una perfecta ingeniería social. Si queremos una sociedad postmoderna "feliz" -hasta donde es posible en esta vida-, sólo hay que redescubrir algunos secretos esenciales, poner a Cristo al centro de cada familia y dejarlo reinar.

Después de todo, Dios sigue siendo el Señor de la vida y de la historia, aunque no lo parezca. Su victoria sobre el mal -en cualquiera de sus formas- es ya una realidad. Y, si lo acogemos, su victoria será también nuestra. O para decirlo de forma más poética, con un himno de la Liturgia de las Horas, "derrotados la muerte y el pecado, es de Dios toda historia y su final; esperad con confianza su venida; no temáis, con vosotros él está. Volverán encrespadas tempestades para hundir vuestra fe y vuestra verdad, es más fuerte que el mal y que su embate el poder del Señor, que os salvará".

¡Feliz Navidad!
Autor: P. Alejandro Ortega Trillo, L.C.

viernes, 14 de diciembre de 2012

El mito eterno que hiela corazones


Las dos Españas, el mito eterno que hiela corazones cuando se funde en pasiones encontradas se va dibujando cada vez más en nuestro horizonte. Como el Guadiana, que a veces desaparece pero siempre termina volviendo a la superficie con fuerza.

España es un organismo con mala salud de hierro, llena de contradicciones y achaques pero que milagrosamente consigue sobrevivirse a sí misma en cada época. Como aquellos matusalenes de pueblo que al alba les daban la extremaunción y al caer la tarde se les veía de nuevo paseando como si nada entre el templo, el monte y la taberna.

Esta dualidad hispana se ha desarrollado en la historia de diferentes modos, con hábito maniqueo de pares o nones, de blancos y negros, de fidelidad inquebrantable a nuestras manías. Un país sin haberse sabido desarrollar internamente para llegar a un anhelada síntesis terciaria, tipo Hegel o la Trinidad… o el vals claro. Pero no, lo nuestro es el pasodoble y el chotis, o todo seguido hacia el infinito imperial o en circulo en un palmo de terreno espiral y guerracivilista. Lo nuestro es el eterno retorno pero sin la grandeza de las montañas altas de Nietzsche, pues apenas nos quedamos en la repetición sabida de los culebrones de pre-siesta con guiones resabiados y aburridos.

Como digo, las dos Españas han variado en las épocas por diferentes versiones, y de todas ella queda algo: creyentes-ateos/ derechas-izquierdas/ rojos-azules… y un largo etcétera.

En esta nueva etapa la nueva versión de nuestro drama se da, me parece a mi, entre la España victim-ista y la España Víctima. La primera viene del ‘ismo’, es decir de la ‘ideología’, de esa maquinaria que cuando se encierra sobre si misma produce, ignorando lo real, conceptos que engloba en ‘ismos’ a partir de una base indemostrable que para sus fundadores es ‘dogma’ y para un menda ‘prejuicio’. Esta España de hoy está dirigida por tanto por ‘idealistas’ palabra que suena muy bien – como ‘romántico’ – pero que solo tienen eso, el sonido que cubre las mayores de las falsedades.

Es una ideología que se basa en lo-que-no-ha-pasado, así de claro. Lo dijo aquel Bermejo, ¿se acuerdan? Cuando estableció que los españoles éramos tan tontos porque no habíamos pasado por las famosas Revoluciones. En fin, una ideología que ha parido una legión de nuevos ricos disfrazados de descamisados que claman que la historia es la ‘memoria’ que ellos hacen – por ley o intimidación – basada en las derrotas, con nostalgia artificial de aldea perdida que genera sentimientos de incesto localista. Es el ‘ismo’ donde se legitiman prohombres que reclutan ejércitos de conversos ‘charnego-maketos’ a los que se unen mercenarios en busca de fortuna y amparados todos por esa izquierda de utopía retroactiva con pensamiento a la contra.

Así bajo el amparo de esa bomba de relojería llamada Constitución – ya explota – se sancionó como histórico lo que no es, obviando la historia de lo que si fue – lo único que se cumple del panfleto, hay que ver –

Las víctimas son aquellos que quedan. No los idealistas, sino los Realistas – que nada tiene que ver con realeza o con literatura del XIX, ejem – somos los que recogemos la realidad de la sangre de los nuestros mientras los asesinos ocupan parlamentos y asistimos impávidos como corderillos amansados al desmoronamiento real de nuestra Patria desde los traidores que ocupan poltronas.
Nosotros, los parias intimidados y engañados, que respetan la Realidad de su historia, la Realidad de su lengua, la Realidad de España y que nos hemos encontrado tantas veces en la reencarnación de la Historia para volver a rescatarnos la Vida.

Las Víctimas sabemos quiénes somos.

Los padres tienen un derecho original en la educación de los hijos

El Estado o los padres de familia. ¿Quién tiene el derecho primario de la educación?

Educar se confunde en la actualidad con impartir instrucción, y tal parece que el termino se relaciona inmediatamente con el concepto de nivel educativo que se puede evaluar con exámenes que midan la cantidad de conocimientos con los que cuentan los alumnos de diversos grados, bajo esta óptica podríamos decir que el Estado sería quien tendría el derecho primario de la educación pues los padres en general no tienen la capacidad para transmitir la gran cantidad de conocimientos de que se dispone hoy en día.
Pero si consideramos más completa la definición de educación que nos transmite el Papa Benedicto XVI que nos dice: “Educar es la formación de la persona a fin de capacitarla para vivir en plenitud y aportar su contribución al bien de la comunidad”, tendremos que replantear el asunto.

Vivir en plenitud no puede significar tan sólo tener la cabeza llena de ciencia, sino será preciso saber que es la persona humana en la raíz de la antropología cristiana, a la que se remite Benedicto XVI, donde se encuentra el sentido de la trascendencia. No sólo el ser humano es un ser abierto constitutivamente a los otros, ha sido creada por Dios, a imagen de Dios. Esta consideración del hombre como “imagen de Dios”, creado por amor y creado creador, reivindica de manera radical su condición de valor absoluto.
En la actual Declaración Universal de Derechos Humanos, el artículo 26 señala el derecho de los padres a elegir la educación que prefieren para sus hijos(1), y es más significativo aún el hecho de que los firmantes incluyan este principio entre los básicos que un Estado no puede negar o manipular.
Los padres son quienes pueden desde la cuna ir moldeando el alma, el carácter, los sentimientos de los pequeños de acuerdo a la sensibilidad de cada uno para que puedan llegar a vivir en plenitud, y siendo seres humanos plenos puedan aportar enormes beneficios al bien común.
Desgraciadamente muchos padres de familia han perdido de vista la trascendencia del ser humano, y consideran que el tiempo que se debe consagrar a esta magna obra es de menor valía que las satisfacciones y el dinero que puede dejar una labor profesional, y se menosprecia y critica por a las familias donde la mujer decide ser una madre de tiempo completo, o sea elige la “profesión” de formadora de hombres para consagrarles su vida.
Benedicto XVI habla por vez primera de emergencia educativa en el discurso pronunciado en la inauguración de la Asamblea Diocesana de Roma del año 2007. Dice el Papa: “en realidad hoy cualquier labor de educación parece cada vez más ardua y precaria. Por eso, se habla de una gran emergencia educativa, de la creciente dificultad que se encuentra para transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento, dificultad que existe tanto en la escuela como en la familia, y se puede decir que en todos los demás organismos que tiene finalidades educativas”.
La educación ha perdido la orientación; hay una confusión en cuanto a las finalidades o hay una falta total de ideas. Palabras como esfuerzo, constancia, obediencia, sacrificio, responsabilidad, autoridad, que fueron claves durante mucho tiempo el edificio de la educación, parecen haber desaparecido del vocabulario del educativo. Sería muy útil que los jóvenes enraizaran en su corazón la siguiente frase que Anacleto González Flores repetía a sus alumnos “Cumplir siempre con el deber es la sola ilusión que está a salvo del desencanto”.
Los padres de familia deben retomar una reflexión sobre conceptos fundamentales como son la naturaleza humana y su identidad, la dignidad por el simple hecho de ser persona, su racionalidad, autonomía y libertad, su necesidad de amar y ser amado, su trascendencia y referencia a Dios.
El Estado no tendría porque marchar en otra dirección de la que lo harían su ciudadanos, por lo tanto no tendría que confundir como lo ha hecho en la llamada educación laica en una ausencia total de valores y de conceptos que están incluidos en la cultura cristiana de la cual procedemos la mayoría de los estados occidentales.
El problema es que el vacío moral de la educación laica ya se refleja también en el ámbito familiar, donde los padres están más preocupados por el futuro económico de sus hijos que por su formación como personas integrales. Ya no buscan una escuela que sea continuación de sus valores familiares, sino simplemente que cuente con gran prestigio aunque se enseñen principios contrarios a los que se viven en casa.
Para los cristianos la educación en la fe no debe ser algo complementario, sino primordial. Por ello me parece que la siguiente reflexión del 29 de mayo del obispo de Cuenca (España), monseñor José María Yanguas, es una reflexión muy clara donde señaló que los padres creyentes tienen el deber y derecho de transmitir y educar a sus hijos en la fe.
En su habitual mensaje semanal el prelado se dirigió a los padres de familia para recordarles que en su misión evangelizadora debe ser prioritaria “la educación de los hijos, en general, y el de la transmisión y educación en la fe, en particular.
“Los padres tienen un derecho original en la educación de los hijos, es un derecho que Dios mismo les concede. Al ser natural, es también inalienable; nadie se los puede arrebatar, aunque ciertas circunstancias puedan hacer que quede recortado o condicionado”.
En ese sentido, aclaró que el Estado tiene una función subsidiaria en la educación, “sólo cuando los padres no pueden cumplir con ese deber, o no pueden hacerlo de manera suficiente, debe entrar el Estado a completar lo que falta a la acción educativa de los padres”.
Asimismo, resaltó que la familia constituye el ambiente más favorable para la educación y desarrollo integral de los hijos. “Un ambiente en que se vive el amor de cada uno de sus miembros por lo que es y no por el beneficio que reporta; el respeto de la variedad; la solidaridad; la atención preferencial al más débil y la convivencia entre generaciones”, indicó.
Finalmente, manifestó que los padres gozan de la gracia y ayuda de Dios necesaria para el cumplimiento de su misión de educar a sus hijos, “una misión que denominaríamos con toda razón como sagrada, que tiene que ver con la felicidad de cada uno de los miembros de la familia”.
En resumen podemos decir que si bien la tarea educativa es en principio un derecho de los padres y ellos deben ser el factor primordial al decidir sobre la formación que hay que dar a los hijos, la participación del Estado es también fundamental, por lo que no se trata de una competencia, sino de un complemento que se debe desarrollar en perfecta armonía, donde se contemplen todos los factores que son necesarios para el desarrollo pleno de la persona humana.
Pero ese derecho significa que los padres tenemos una responsabilidad trascendental que no podemos esquivar ni relegar en el Estado, en la escuela, o en terceros, es un deber irrenunciable que hay que enfrentar en toda su complejidad y en toda su extensión, por lo que hay que enfocarse mucho en estos tiempos en la educación de los valores humanos y cristianos, pero sobre todo poner en primer plano la educación en la fe y para este punto tal vez los primeros que deberemos de reflexionar sobre la propia vida somos los padres, pues puede que sea necesario que empecemos por hacernos una evaluación de que tanto estamos actualizados en nuestros conocimientos religiosos pero sobre todo en la práctica de los mismos.
Además de educar a los hijos en los valores hay que hacer hincapié en su responsabilidad social, púes el individualismo es uno de los males de nuestro tiempo, y esto se refleja aún en el aspecto religioso, por ello una práctica que posiblemente hemos perdido o no hemos tenido como norma y deberíamos implementar en familia es acudir a la misa de los domingos, que será el apoyo más valioso en nuestra tarea educativa en un doble sentido, nos iluminará a nosotros como responsables de la educación y ayudará a moldear el corazón de los hijos en el amor a Dios, que es el único camino seguro para llegar a la verdadera realización y plenitud de las personas, realizándose de esta manera el fin de la educación.
El Estado debe intervenir en la educación respetando los deseos de los padres de familia sobre la formación integral de sus hijos en base a los valores familiares y sociales sobre los que se ha forjado nuestra sociedad, pero los padres deberán ser siempre por el derecho y en la práctica los primeros educadores.
Jorge Espinosa Cano

jueves, 13 de diciembre de 2012

“El apocalipsis que no será”: “El Vaticano descarta el fin del mundo”y "rechaza la profecía maya"...

 Así se titula el artículo que ha publicado estos días en italiano el célebre diario de la Ciudad del Vaticano, L’Osservatore Romano, escrito por el jesuita argentino José G. Funes, director del Observatorio Vaticano. Por la fecha y el encabezado, cualquier lector puede suponer el asunto que aborda y su propósito: despejar las dudas al personal sobre lo relativo al fin del mundo del próximo 21 de diciembre desde la ciencia en diálogo con la fe.
Un artículo, por cierto, muy interesante, y que a día de hoy no ha sido traducido al castellano (esperaremos a la edición semanal del domingo por si hay suerte). Supongo que el padre Funes no se habrá extrañado al ver los titulares que ha provocado su colaboración en el diario oficioso de la Santa Sede, porque creo que es uno de los empleados vaticanos más “utilizados” por los medios de comunicación para tomar sus declaraciones y presentarlas como la voz oficial de la Iglesia entera, o al menos de la Sede romana. “El Vaticano descarta el fin del mundo” ha sido lo más repetido, junto a otros como “El Vaticano también desmiente…” o “La Iglesia rechaza la profecía…”. Es verdad que siempre hay algún medio que prefiere ser serio y simplemente dice lo que hay: “Astrónomo vaticano descarta…”. Mucho mejor.
¿Y qué dice en ese artículo el bueno del padre Funes? Enmarca la preocupación por el fin del mundo en las grandes cuestiones metafísicas de la humanidad y resume la profecía maya que anuncia para el 21 de diciembre “un alineamiento de los planetas y del sol con el centro de la Vía Láctea y una inversión de los polos magnéticos del campo terrestre”. ¿Y dedica largos y sesudos párrafos a desmentir tal afirmación? No, nada de eso. El jesuita, que une a sus licenciaturas en Filosofía y Teología un doctorado en Astronomía, y que tiene autoridad en el tema, no pierde el tiempo ni malgasta líneas del rotativo vaticano: “No vale la pena discutir el fundamento científico de estas afirmaciones (obviamente falsas)”.
Fragmentos de apocalipsis (22)

miércoles, 12 de diciembre de 2012

«Queridos amigos, me uno a vosotros con alegría por medio de Twitter. Gracias por vuestra respuesta generosa. Os bendigo a todos de corazón»


A las 12 del 12 del 12 del 12, como estaba previsto, el Papa introdujo personalmente en su Twitter la primera de sus comunicaciones en esta red social. El mensaje fue una bienvenida afectuosa seguida de una bendición: "Queridos amigos, me uno a vosotros con alegría por medio de Twitter. Gracias por vuestra respuesta generosa. Os bendigo a todos de corazón."

La "respuesta generosa" hace referencia, sin duda, al éxito de esta iniciativa de comunicación de Benedicto XVI, quien en apenas unos días supera el millón de seguidores si sumamos las cifras correspondientes a todos los idiomas. En concreto, casi 700.000 en inglés (la oficial), 180.000 en español, 98.000 en italiano, 26.000 en portugués, 19.000 en alemán, 19.000 en francés, 10.000 en polaco y 7.500 en árabe.

Tras ese primer tuit, el Papa lanzó otro preguntándose: "¿Cómo podemos vivir mejor el Año de la Fe en nuestro día a día?".

La respuesta llegó minutos después: "Dialoga con Jesús en la oración, escucha a Jesús que te habla en el Evangelio, encuentra a Jesús, presente en el necesitado".

Benedicto XVI está "intrigado y complacido" con la acogida que ha tenido su presencia en esta red social, según explicó el sacerdote irlandés, Paul Tighe, secretario del Pontificio Consejo de Comunicaciones Sociales, quien ha guiado al Vaticano en la introducción del Papa en las redes sociales, quien declaró a la revista Business Week que la finalidad de la iniciativa es "llegar a personas que puedan recibir ánimo y fuerzas de las palabras del Evangelio".

En esta primera etapa, Benedicto XVI tuiteará al menos una vez a la semana para resaltar algunos aspectos clave de los temas que trata en la audiencia general de los miércoles. El Papa decidió no seguir a nadie en Twitter, pues no utiliza ese medio para recibir información.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Nuestra Señora de Loreto


Esta advocación mariana se originó en una tradición del siglo XIII, que nos cuenta que la Santa Casa donde nació la Virgen María, en donde recibió el Anuncio de la Encarnación del Hijo de Dios y en donde vivió con Jesús y San José, fue trasladada en el año 1291 desde Nazaret a Tarseto (en Dalmacia, Croacia), para ser protegida y resguardada de todo peligro, porque Palestina había sido invadida por los Mamelucos.(1) (En el año 1191 Los Cruzados, conquistaron la ciudad de Acre (Akka), renombrandola San Juan de Acre, desde allí gobernaron Palestina hasta 1291). 

El traslado de la Santa Casa
Los ángeles llevaron la Casa cruzando el Mediterráneo y el Mar Adriático y la depositaron en Dalmacia. Los pobladores al verla no se explicaban como había llegado allí, pero supieron que era la Santa Casa cuando la Virgen se apareció a un sacerdote que se encontraba muy enfermo y le contó que esa era la Santa Casa de Nazaret. El sacerdote se sanó inmediatamente y contó la historia a todo el pueblo. Dentro de la Casa había un altar y en él una estatuilla de cedro de la Virgen María, que tenía al Niño Jesús.

Tres años más tarde el 10 de diciembre de 1294, la Santa Casa fue nuevamente trasladada a la ribera opuesta del Adriático, a Italia. Entre un bosque de Laureles, de allí el nombre de Loreto (del latín Lauretum: lugar poblado de laureles).

Todos los habitantes del lugar fueron a ver la Casa y se postraron ante la imagen de madera de la Virgen María y el Niño, pero otros llegaban para asaltar a los peregrinos, y por ese motivo tras ocho meses, la Casa dejó el bosque y fue situada por los Angeles en una colina propiedad de los Condes Stéfano y Simeón Raineldi, pero ellos discutieron sobre quien era el dueño de la casa y nuevamente fue trasladada a un monte de piedras cercano a la vía principal que llevaba a Recanati, en ese lugar a permanecido hasta el presente.
 

El Santuario de la Virgen de Loreto se levantó en el siglo XIV. En su interior se encuentra la Santa Casa. Desde entonces Loreto se ha convertido en un extraordinario centro de peregrinación. Los muros de la Basílica con los años se fueron llenando de títulos y advocaciones a la Virgen, ellos dieron lugar a las "Letanías Lauretanas", que comenzaron a rezarse por primera vez allí y que fueron aprobadas por el Papa Clemente VIII en 1601.
 

La imagen de Nuestra Sra. de Loreto, se encuentra en el interior de la Casa, tiene una la túnica tradicional decorativa. El color oscuro de la imagen representa a la estatua original de madera, que con los siglos se oscureció con el hollín de las lámparas del aceite que se usaba en la capilla. En 1921 se destruyó la estatua original en un incendio, y otra similar fue colocada en el lugar.

Loreto fue visitado por varios Santos, y por los Papas S. S. Juan XXIII, y S. S. Juan Pablo II.
Patrona de la aviación. Su festividad se celebra el 10 de Diciembre.
Italia
 

La Virgen espera al Niño Jesús que lleva debajo de su corazón. ¿Yo, ¿qué espero?


Cada uno de nosotros, en este Tiempo que nos prepara a la Navidad, puede preguntarse: yo, ¿qué espero? ¿A qué, en este momento de mi vida, está dirigido mi corazón? Autor: SS Benedicto XVI¡Queridos hermanos y hermanas!

En el Adviento, la Iglesia inicia un nuevo Año Litúrgico, un nuevo camino de fe que, por una parte, hace memoria del acontecimiento de Jesucristo, y por otra, se abre a su cumplimiento final. Es precisamente desde esta doble perspectiva de donde vive el Tiempo de Adviento, mirando tanto a la primera venida del Hijo de Dios, cuando nació de la Virgen María, como a su vuelta gloriosa, cuando vendrá a "juzgar a vivos y muertos", como decimos en el Credo.

Sobre este sugestivo tema de la "espera" quisiera ahora detenerme brevemente, porque se trata de un aspecto profundamente humano, en el que la fe se convierte, por así decirlo, en un todo con nuestra carne y nuestro corazón.

La espera, el esperar es una dimensión que atraviesa toda nuestra existencia personal, familiar y social. La espera está presente en mil situaciones, desde las más pequeñas y banales hasta las más importantes, que nos implican totalmente y en lo profundo. Pensemos, entre estas, en la espera de un hijo por parte de dos esposos; a la de un pariente o de un amigo que viene a visitarnos de lejos; pensemos, para un joven, en la espera del éxito en un examen decisivo, o de una entrevista de trabajo; en las relaciones afectivas, en la espera del encuentro con la persona amada, de la respuesta a una carta, o de la acogida de un perdón...

Se podría decir que el hombre está vivo mientras espera, mientras en su corazón está viva la esperanza. Y al hombre se le reconoce por sus esperas: nuestra “estatura” moral y espiritual se puede medir por lo que esperamos, por aquello en lo que esperamos.

Cada uno de nosotros, por tanto, especialmente en este Tiempo que nos prepara a la Navidad, puede preguntarse: yo, ¿qué espero? ¿A qué, en este momento de mi vida, está dirigido mi corazón? Y esta misma pregunta se puede plantear a nivel de familia, de comunidad, de nación. ¿Qué es lo que esperamos, juntos? ¿Qué une nuestras aspiraciones, qué las acomuna?

En el tiempo precedente al nacimiento de Jesús, era fortísima en Israel la espera del Mesías, es decir, de un Consagrado, descendiente del rey David, que habría finalmente liberado al pueblo de toda esclavitud moral y política e instaurado el Reino de Dios. Pero nadie habría nunca imaginado que el Mesías pudiese nacer de una joven humilde como era María, prometida del justo José. Ni siquiera ella lo habría esperado nunca, pero en su corazón la espera del Salvador era tan grande, su fe y su esperanza eran tan ardientes, que Él pudo encontrar en ella una madre digna. Del resto, Dios mismo la había preparado, antes de los siglos.

Hay una misteriosa correspondencia entre la espera de Dios y la de María, la criatura "llena de gracia", totalmente transparente al designio de amor del Altísimo. Aprendamos de Ella, Mujer del Adviento, a gestionar los gestos cotidianos con un espíritu nuevo, con el sentimiento de una espera profunda, que solo la venida de Dios puede colmar.

Palabras del Papa Benedicto XVI pronunciadas el domingo a mediodía, durante el rezo del Ángelus, el domingo 28 de noviembre de 2010 en la Plaza de San Pedro.

domingo, 9 de diciembre de 2012

El efecto de la pedagogía perversa. La corrupción merma recursos públicos, pero sobre todo quiebra el criterio moral: si ellos roban, ¿por qué yo no?

 


El uso del poder político en beneficio privado es un cáncer que puede llevarse por delante la convivencia y la misma democracia. Los escándalos desgraciadamente son abundantes y no siempre cuentan por el reproche penal que la ciudadanía espera. En algunas ocasiones los sistemas de control no funcionan. En otros, los mecanismos de sanción, tampoco. Incluso en algunos casos se producen vergonzosos indultos que sorprenden a una ciudadanía, que espera contundencia en la Justicia y ejemplaridad en los políticos.
La Gürtel costó 120 millones de euros al erario público, el caso Malaya cerca de 500 y 35,1 el Palau. Son sólo algunos de los casos más sangrantes. El mapa de la corrupción no distingue de geografías ni de colores políticos, aunque afecta principalmente a Cataluña y Andalucía y más al PSOE que al PP. Todos los partidos incluyen imputados en sus listas electorales; en algunos casos hasta condenados con sentencia firme. Los códigos de buenas prácticas de los partidos no funcionan. “Habría que prohibir por la ley la concurrencia de condenados”, señala a GACETA la vicepresidenta del Parlamento andaluz, Esperanza Oña.
  • ‘EREgate’
    El EREgate es probablemente el mayor escándalo de la democracia por lo que supone de “trama institucionalizada y ramificada en varias consejerías”, apunta Oña. Un fraude que podría ascender a 1.400 millones y afectaría a 68 empresas. El ex interventor general del Estado advirtió hasta en 15 ocasiones a lo largo de 11 años. “No sólo no se frenó el fondo de reptiles sino que se incrementaron las partidas”, lamenta Oña. La comisión de investigación se ha cerrado en falso. Hasta Griñán se muestra frustrado. Pero la investigación judicial sigue su curso. La del Tribunal de Cuentas, también. De momento han entrado en la cárcel el ex director general de Empleo, Antonio Rivas y el ex consejero de Empleo, Antonio Fernández. La trama de los ERE es la punta del iceberg de toda un régimen clientelar montado a través de la administración paralela a la Junta, “fuera de los controles administrativos”, señala Oña. Hablamos de las 200 empresas, agencias y fundaciones que han servido para colocar con criterios políticos, saltándose los criterios de transparencia, mérito y capacidad. La Agencia IDEA o Invercaria son buenos ejemplos. “Si me comprometiera con la ética no estaríamos trabajando en esta organización”, reconoce la presidenta de Invercaria, Laura Gómiz Nogales, a un empleado díscolo. Un agujero cercano a los 50 millones. Hay muchos otros casos: el Plan Bahía Competitiva, el fraude de las ayudas a la contratación de discapacitados o el fraude de las ayudas para riesgos laborales.

    Si nos vamos a Galicia, nos encontramos el caso Campeón, que será reabierto el próximo 13 de diciembre en el Supremo. La presunta trama para captar subvenciones ilegales apunta a una acusación de cohecho y tráfico de influencias del ex ministro de Fomento, José Blanco, que –recordarán– se reunió en una apartada gasolinera con el empresario José Dorribo, que le habría entregado 400.000 euros al primo de Blanco a cambio de subvenciones. En la operación Campeón se investiga la vinculación de dos diputados autonómicos socialistas, del alcalde de Lugo, el socialista José López Orozco y del convergente Oriol Pujol, hijo del ex presidente Jordi Pujol. Y es que ligado con Campeón está el caso ITV, la presunta trama para la concesiones irregulares de ITV en Cataluña. En marzo de 2012 fueron detenidos dos altos cargos del Gobierno catalán, los convergentes Josep Tous, el coordinador general de la Diputación de Barcelona y el subdirector general de Seguridad Industrial, Isidre Masalles. Por su parte, los casos Treball y Turisme terminaron condenando al consejero de Trabajo de la Generalitat por fraude con los cursos de formación para parados.
    Sin movernos de Cataluña, el caso Palau por el que se ingresaron 35,1 millones de euros irregularmente. Según el informe policial, 12 millones de euros habrían ido a parar a Convergència Democràtica de Catalunya. Tampoco el PSC puede presumir de limpieza.
    El caso Mercurio ha explotado en Sabadell y Montcada, ayuntamientos regidos por los socialistas catalanes. A estos hay que agregar los casos Pretoria (cuatro millones de euros) y Pallerols. Este último se reabre el próximo 7 de enero. Valencia es el centro de operaciones de la Gürtel. El asunto salta tras la denuncia presentada el 6 de noviembre de 2007 ante la Fiscalía Anticorrupción por el ex concejal del PP de Majadahonda, José Luis Peñas. ¿Los principales implicados? Francisco Correa (Don Vito), Álvaro Pérez (El Bigotes), el ex secretario de organización del PP gallego, Pablo Crespo y Antoine Sánchez.
    La trama de empresas de servicios organizaba los eventos institucionales de la Generalitat Valenciana, el Gobierno balear y algunos actos de la Comunidad de Madrid. Supuestamente sirvió para financiar al PP. En Madrid recientemente saltó el caso Alcorcón. Según el Tribunal de Cuentas, el ex alcalde socialista, Enrique Cascallana, se endeudó con créditos ilegales por 44 millones. Los escándalos políticos conviven con los de otras instituciones. Recordamos los viajes de Dívar y del CGPJ, la semana caribeña del órgano de gobierno de los jueces y del Tribunal de Cuentas, los 16 millones de euros facturados por el Instituto Nóos o las facturas imposibles de la Complutense como los 57 viajes en coche a Atenas. Es el efecto de la pedagogía perversa: el mal ejemplo cunde y cala hacia abajo. “Los barrenderos que no cumplen su trabajo, los enfermeros que se hacen su botiquín casero con dinero público, el profesor que no asiste a clase; eso también es corrupción”, concluye Manuel Pizarro.