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lunes, 1 de julio de 2013

Siguiendo al Papa Francisco

La paciencia de Dios y nuestra impaciencia

Me ha llamado la atención unas palabras del Papa Francisco en Santa Marta. “Cuando el Señor viene – observó el Papa – no siempre lo hace de la misma forma. No existe un protocolo de acción de Dios en nuestra vida”, “no existe”. Y añadió el Papa, “lo hace una vez  de una forma, otra vez de otra” pero lo hace siempre. “Siempre – recalcó – existe este encuentro entre nosotros y el Señor”.

Dios no tiene un protocolo fijo para interpelarnos. No hay dos itinerarios iguales en la experiencia religiosa de las personas. Basta leer las confesiones de los Santos sobre su propia vida o los relatos de conocidos conversos para entender que no hay dos caminos exactamente iguales, aunque siempre han discurrido dentro el sendero de Jesucristo, quien dijo de Sí: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. 

El Señor camina siempre a nuestro lado y permite entrever su presencia cuando quiere. Quizá no advirtamos de continuo esa presencia suya, siempre paternal y providente. Nos acompaña de un modo silencioso y atento, sin llamar de un modo especial nuestra atención. Pero, de vez en cuando, porque lo necesitamos, se hace notar de un modo más o menos descarado. Son momentos o circunstancias en nuestra vida en los que hemos de reaccionar aceptando su voluntad o determinándonos a emprender una tarea que nos sugiere Él mismo. Esos momentos críticos, bien resueltos, dibujan el perfil de una vida cristiana cumplida, realizada, integrada en los planes de Dios. De ahí nacen el bautismo, la decisión de prepararse para el sacerdocio, o para el matrimonio, o para la vida consagrada o para seguir a Cristo de un modo más determinado. También de esos encuentros con Dios puede surgir la aceptación de una enfermedad, o elencaje en una situación nueva no prevista como puede ser la muerte de alguien muy cercano, el desamor de un hijo o una pérdida de fortuna. En esos momentos, que se dan de mil maneras distintas en la vida de toda persona, el Dios que nos ama 
nos invita a una nueva conversión, a una nueva purificación, a un ascenso en la vida interior; el Señor que nos busca nos anima a nuevos impulsos en la tarea de ayudar a los demás.

Todas estas consideraciones me las han provocado las palabras del Papa Francisco en su homilía del pasado 28 de junio en Santa Marta.
El Obispo de Roma comentó los encuentros de Dios con Abraham, con Sara, con el Buen Ladrón, con los discípulos de Emaús. Nos ayudó a ver como Dios se toma su tiempo, tiene un ritmo para cada alma, despliega una paciencia infinita más que la mejor de las madres, También nosotros hemos de tener paciencia y perseverar a pesar de las dificultades o de la oscuridad.
El Señor toma su tiempo. Pero también Él, en esta relación con nosotros, tiene tanta paciencia. No sólo nosotros debemos tener paciencia: ¡Él la tiene! ¡Él nos espera! Y nos espera ¡hasta el final de la vida! Pensemos en el buen ladrón, precisamente al final, reconoció a Dios. El Señor camina con nosotros, pero tantas veces no se deja ver, como en el caso de los discípulos de Emaús. El Señor está comprometido en nuestra vida - ¡esto es seguro!– pero tantas veces no lo vemos. Esto nos pide paciencia. Pero el Señor que camina con nosotros, Él también tiene tanta paciencia con nosotros”.

Pienso en muchas crisis matrimoniales que se hubieran resuelto felizmente con un poco de más paciencia y con más confianza en Dios. Han sido crisis mal resueltas por ceder a la tentación de soluciones fáciles, pero engañosas. El ejemplo de Jesús en la Cruz es impresionante y ejemplar. Veamos cómo lo explica el Papa.

Algunas veces en la vida, constató Francisco, “las cosas se vuelven tan oscuras, hay tanta oscuridad, que tenemos ganas - si estamos en dificultad - de bajar de la Cruz”. Y añadió, “es el momento preciso: cuando la noche es más oscura, cuando la aurora está cerca. Y siempre cuando nos bajamos de la Cruz, lo hacemos cinco minutos antes que llegue la liberación, en el momento de la impaciencia más grande”:Jesús, sobre la Cruz, escuchaba que lo desafiaban: ‘¡Baja!, ¡Baja! ¡Ven!’. Paciencia hasta el final, porque Él tiene paciencia con nosotros. Él entra siempre, Él está comprometido con nosotros, pero lo hace a su manera y cuando Él piensa que es mejor. Sólo nos dice aquello que dijo a Abraham: ‘Camina en mi presencia y sé perfecto’, sé irreprensible, es la palabra justa. Camina en mi presencia y trata de ser irreprensible. Éste es el camino con el Señor y Él interviene, pero debemos esperar, esperar el momento, caminando siempre en su presencia y tratando de ser irreprensibles.

Pidamos esta gracia al Señor: caminar siempre en su presencia, tratando de ser irreprensibles.


Jorge Salinas

La Virgen a la que venera el Papa Francisco, LA DESATANUDOS

  • LA DESATANUDOS
    La Virgen a la que venera el Papa Francisco
    CARMELO LÓPEZ / ReL
    El 8 de diciembre de 1996 se colgó en el Santuario de Nuestra Señora que Desata los Nudos una réplica del cuadro que había encontrado en Alemania el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio.
  • En 1986 el hoy Papa Francisco se había trasladado a la universidad jesuita de San Jorge, en Frankfurt, para concluir su tesis doctoral sobre Romano Guardini. En un momento de su estancia germana, visitó la iglesia de St Peter am Perlach, en Augsburgo, cuyo principal tesoro es un cuadro de Johann Melchior Georg Schmittdner (1625-1705), pintado en 1699-1700 en estilo veneciano y con influencia barroca, que representa una advocación de la Inmaculada Concepción bajo el título de Knotenlöserin (la que desata los nudos). 
    En ese cuadro se representa a la Virgen con una cuerda en las manos, llena de nudos representando los pecados. Unos ángeles se la van pasando y ella los desata. La imagen, bella y original, presenta aMaría como la vía segura para eliminar todos los obstáculos que nos impiden la vida de la gracia. Pero también aquellas preocupaciones y dolores que jalonan la vida y ante los cuales todo hijo acude a pedir ayuda a su madre.
    Algo vio el padre Bergoglio en aquella imagen, o algún favor le hizo, que le tomó gran devoción. Cuando volvió a su país decidió promoverla, en particular tras ser nombrado en 1992 obispo auxiliar de Buenos Aires.
    En septiembre de 1996, a escasos meses de su nombramiento como cura de la iglesia de San José del Talar, Rodolfo Arroyo recibió la visita de tres fieles devotos de la Virgen que habían trabajado cerca de monseñor Bergoglio, y le comentaron que en la capilla del Rectorado de la Universidad del Salvador se veneraba un cuadro de María Desatanudos. El párroco se sintió atraído por la imagen e inmediatamente pensó en la posibilidad de venerarla públicamente en su parroquia.
    Cuando el arzobispo de Buenos Aires, Antonio Quarraccino, dio su aprobación, la comunidad de San José del Talar se organizó para que el 8 de diciembre de 1996 fuera entronizada la imagen. Ana Betta de Berti fue la artista que pintó y donó el cuadro.
    Muchas veces acudió allí monseñor Bergoglio, auxiliar y adjunto de la diócesis hasta que en 1998 fue nombrado su arzobispo al fallecer el cardenal Quarraccino. Por ejemplo, el 8 de diciembre de 2011, cuando ofició misa y explicó en la homilía el sentido de la devoción: “Dios, que derrocha su gracia para sus hijos, quiere que nos confiemos a Ella, que le confiemos los nudos de nuestros pecados para que ella se los acerque a su hijo Jesús”.
    ¿Por qué se fue extendiendo su devoción como la pólvora? Como ha sido siempre: por el amor de los devotos en respuesta al amor de la Madre de Dios, que sale a buscarles de forma insospechada.
    Para Myriam, que nos cuenta los quince años que la Desatanudos lleva marcando su vida, todo empezó allá por 1998, cuando aún no era una Virgen conocida: "Hoy, si te subes en un taxi y pides 'lléveme a la Desatanudos', todo el mundo sabe dónde es. Pero entonces no era así. Yo tenía 21 años y pasaba un momento de apuro, porque a mí y a mi compañera de piso en la universidad nos iban a echar y no teníamos dónde ir. Una mañana, viajando en el tren, un chico-mendigo que repartía estampitas me dio una. La leí, y la oración me llamó la atención. Le di unas monedas al niño y le pedí a la Virgen que nos ayudara a conseguir un sitio donde mudarnos. A los pocos días lo teníamos".
    Myriam y su compañera cumplieron la promesa que habían hecho y acudieron al santuario a poner una velita. Empezaba su devoción, que repetiría con frecuentes visitas. 
    Pero hay que situar las cosas: Myriam no era católica. Su madre sí, pero su padre era judío. El matrimonio había decidido no bautizarla, para que ella decidiese cuando creyese conveniente. Y aunque tenía ciertos conocimientos de la fe, porque alguna vez había ido con sus primas al catecismo, los años habían pasado y la decisión seguía sin llegar, más allá de alguna celebración en Semana Santa a la que acompañaba a su madre.
    Sin embargo, a raíz de aquel pequeño favor, Myriam empezó a frecuentar la parroquia de San José del Talar muchos días 8 de cada mes, y fue así comprobando como poco a poco las colas de devotos que se concentraban para tocar el cuadro iban haciéndose más largas. "Me habían inculcado que la fe mueve montañas, y  eso lo sientes cuando algo llega a tu vida en el momento preciso. Iba, le ponía alguna velita, y la Desatanudos iba participando en las distintas circunstancias de mi vida", recuerda.
    Pero aún tardaría en llegar el momento clave. Al cabo de un tiempo, circunstancias familiares aconsejaron a Myriam dar un vuelco a sus cosas y dejar su país. Fue así como llegó a España. Se casó, y todo parecía ir bien hasta que de golpe los nubarrones se tornaron muy negros: "A mi marido le diagnosticaron mal una apendicitis, que en realidad era una peritonitis. La operación quirúrgica se complicó, y además le invadió una infección muy grave y luego una obstrucción intestinal". 
    Los médicos le advirtieron de que estuviese preparada para cualquier cosa. Fue un mes y medio de preocupante estancia en la clínica: "La noche anterior a la intervención decisiva la pasé en la capilla del Hospital de la Princesa, en Madrid, y al día siguiente rezando la oración a la Desatanudos durante todo el tiempo del quirófano, con su rosario en la mano. Le prometí a la Desatanudos que si mi esposo se salvaba, me bautizaría en su santuario".
    Era ahí donde Dios la estaba esperando. La Madre escuchó la plegaria. Fue a finales de 2010. Myriam cumplió su promesa y, tras un cursillo de formación en la parroquia de San José del Talar, fue bautizada el 6 de enero de 2011 ante esa Virgen que había llegado a su vida por medio de un pequeño pordiosero. Y nos cuenta otros favores de los que ha sido, más que testigo, inductora, pues ha aprovechado para dar a conocer esta devoción que se muestra eficaz y poderosa. 
    Como el bebé de un matrimonio amigo, que nació asfixiado y estuvo varios minutos sin oxígeno. Los pediatras apenas le daban posibilidades de sobrevivir, y en todo caso con graves lesiones. Pero Myriam y su madre le pusieron en manos de la Desatanudos cuando estaba en la incubadora. Hoy el pequeño vive y crece con absoluta normalidad.
    U otro conocido suyo, malabarista, quien en un número de tragafuegos durante una de sus actuaciones lo aspiró inadvertidamente. Se le abrasaron los pulmones, hubo que conectarle a un respirador artificial, se complicó con una neumonía, entró en coma... Myriam llevó a la madre del joven una imagen de la Desatanudos, y rezaron juntas por él cuanto todo parecía perdido. Y sobrevivió, sin más rémora que una ronquera en la voz.
    Los 8 de diciembre, para agradecer o para pedir casos similares -y también la solución de conflictos matrimoniales, origen de la devoción en Alemania-, miles de personas aguardan durante horas para tocar el cuadro. La Virgen Desatanudos es ya, junto con Nuestra Señora de Luján, patrona de Argentina, una de las devociones más queridas de Buenos Aires.
    Y el Papa va a recibir por ello en estos días una alegría en forma de obsequio. El orfebre que le preparaba allí los paramentos litúrgicos, Juan Carlos Pallarols, está terminando un cáliz, fabricado con un lingote de plata de la cercana mina de Santa Cruz y con piedra de rosa inca regalada por los mineros de Catamarca, que llevará talladas esas dos advocaciones. Para que, cada vez que consagre con él, recuerde aquel primer encuentro de Augsburgo.
    Oración y novena a Nuestra Señora Desatanudos
    Santa María desatadora de nudos
    Santa María, llena de la presencia de Dios,
    durante los días de tu vida aceptaste con
    toda humildad la voluntad del Padre,
    y el Maligno nunca fue capaz de enredarte con
    sus confusiones.
    Ya junto a tu Hijo
    intercediste por nuestras dificultades y,
    con toda sencillez y paciencia,
    nos diste ejemplo de cómo desenredar
    la madeja de nuestras vidas.
    Y al quedarte para siempre como
    Madre Nuestra, pones en orden y haces mas
    claros los lazos que nos unen al Señor.
    Santa María, Madre de Dios y Madre Nuestra,
    Tú que con corazón materno desatas los
    nudos que entorpecen nuestra vida,