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domingo, 28 de octubre de 2012

LA BELLEZA DEL CIELO. Halloween es como la guinda del terrible pastel de la cultura de muerte

Es evidente el proceso progresivo de asimilación que ha tenido la fiesta de Halloween por nuestra cultura en los últimos años. Es importante y necesario realizar un pequeño análisis de sus causas, de la cantidad de aspectos similares que se introducen en nuestra sociedad sobre todo a través de la televisión y del crecimiento de adeptos a la brujería y al esoterismo que tiene lugar en nuestros días.

El proceso de secularización y de apostasía que vive la cultura contemporánea arrastra a millones de seres humanos a la más completa soledad, al nihilismo, la angustia, la muerte ontológica. Sin embargo, el ser humano siente necesidad de la trascendencia, de Dios, y al habérsele arrebatado a Dios a través de las catequesis ateas y agnósticas contemporáneas, recurre a sucedáneos para huir de esa soledad, angustia, de sus sufrimientos; para buscar una salida.

La sociedad actual es fácil campo de cultivo de brujas, del tarot, del vudú, etc… Sólo hay que ver la cantidad de personas que ve los programas de brujerías en televisión. Además, como si de una moda se tratase, ha habido un boom de series televisivas que hacen referencia al mundo tenebroso sobrenatural, con gran aceptación y éxito de parte del público. “Sobrenatural”, “Medium”, “Entre Fantasmas”, “Crónicas Vampíricas”, “The Walking Dead”, “Embrujadas”, “True Blood”, la saga cinematográfica “Crepúsculo”, etc.

Hace pocos días se estrenaba en España una serie llamada “666 Park Avenue” en la que se expresa perfectamente la idea de “Pactar con el diablo” con Al Pacino, con reminiscencias de la obra “Fausto” de Goethe, que está revelada ya en los versículos 8 y 9 del capítulo 4 del Evangelio de Mateo, en la que el demonio tienta a Cristo de la siguiente forma: “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adoras” (Mt 4,8-9), tentación que se nos presenta todos los días y en la que caen los protagonistas de la serie sufriendo después las trágicas consecuencias.

Además, en una cadena de televisión en España ponían, desconozco si siguen poniéndolo, un programa al que iban famosos y una médium presuntamente los ponía en contacto con sus difuntos.

Digo todo esto porque Halloween es como la guinda del terrible pastel de la cultura de muerte en que vivimos en que se da culto a la muerte y se presume de ello frívolamente, ya que en las casas entra diariamente la catequesis del maligno de forma constante.
Ante esta realidad no cesa de venirme a la mente la idea de Dostoievski de “La belleza salvará al mundo”. No por casualidad se ha estado desarrollando un Sínodo de Obispos sobre la Nueva Evangelización, que concluye precisamente hoy. Porque no podemos quedarnos en la mera denuncia de lo que es Halloween sino que es nuestro deber como cristianos presentar ante la realidad tenebrosa de esta fiesta y de la cultura de muerte, la belleza del Amor de Dios, la belleza del Cielo.

Aunque es cierto que el demonio nos presenta en las tentaciones el fruto como algo “bueno y atractivo a los ojos” (Gn 3,6), como algo bello, sin embargo, todos hemos experimentado la fealdad la destrucción, el infierno que trae como consecuencia, y también hemos experimentado que lo que nos presenta el Señor, su voluntad, aparentemente parece feo pero luego experimentamos una paz y una felicidad casi inexpresables.

Por tanto, frente a la fealdad de las tinieblas presentemos a nuestros contemporáneos la belleza de la santidad, la belleza del cielo, la belleza del Amor de Dios. Esa es nuestra urgencia. Así, frente a Halloween, celebremos con autenticidad la fiesta de Todos los Santos, ansiando verdaderamente estar en el Cielo con el Señor, renunciando a las obras de las tinieblas y dando culto verdadero a Dios (Rm 13,11-14), y el día de nuestros difuntos, intercediendo para que estén también ya contemplando la belleza de Dios.

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