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jueves, 22 de noviembre de 2012

La belleza de la fe no puede ser nunca obstáculo a la creación de la belleza artística porque constituye, de alguna manera, su linfa vital y su último horizonte


La belleza “tendría que volver a reafirmarse y manifestarse en todas las expresiones artísticas, sin prescindir, sin embargo, de la experiencia de la fe, sino, por el contrario, confrontándose libre y abiertamente con ella, para que le dé inspiración y contenido. La belleza de la fe no puede ser nunca obstáculo a la creación de la belleza artística porque constituye, de alguna manera, su linfa vital y su último horizonte. El verdadero artista, definido en el Mensaje del Concilio Vaticano II como “custodio de la belleza del mundo”, gracias a su sensibilidad artística y a su intuición, puede captar y acoger más profundamente que otras personas la belleza que es propia de la fe y, así, expresarla y comunicarla con su mismo lenguaje”.
 (Benedicto XVI ayer 21.XI.2012)

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