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martes, 31 de julio de 2012

San Ignacio de Loyola


Su vida transcurre en una encrucijada de la historia, el paso de la edad Media a la Moderna. Hechos tan significativos como la conquista de Granada, el descubrimiento de América, el reinado e imperio de Carlos V, la escisión luterana, el Concilio de Trento ...  generan un nuevo concepto de humanidad y de universalidad.
Los nuevos tiempos plantean la cuestión sobre el sentido de la vida, e Ignacio va a aportar honestamente su descubrimiento: Dios se comunica con la persona que le busca, y le muestra el camino por el que mejor le puede servir. A partir de esta convicción, dedicó su vida a buscar y cumplir el amable querer de Dios. No sólo esto: iniciará a otros en esta búsqueda.
Juventud, formación y aventura 
Fue el menor de trece hermanos de una familia vasca acomodada e influyente. Los Loyola son patronos de la parroquia de Azpeitia (Guipúzcoa). Su madre muere al poco tiempo. Su padre lo confía, desde los siete años, al Contestable Mayor del Reino de Castilla, Juan Velázquez de Cuéllar. Recibe así una educación cortesana como uno más de los diez hijos de su tutor, empleados como pajes y damas de honor en los palacios reales.
A los 26 años, lucha al lado de su señor enfrentado al Cardenal Cisneros, regente de Carlos I, para conservar el señorío de unas villas castellanas y rescatarlas del dominio de Germana de Fois, a quien el propio Carlos I las había donado injustamente. La derrota y muerte de Velázquez de Cuéllar le deja sin sueldo ni beneficio.  
Al servicio del Duque de Nájera, Virrey de Navarra, y en la brava defensa de Pamplona contra los franceses, cae gravemente herido en las piernas por una bala de cañón (1521). Paradójicamente, va a convertirse en un gran andador, cojeando "solo y a pie" por Europa, primero, y oteando minuciosamente desde Roma los nuevos caminos del Mundo a través de sus compañeros, luego. Ahora bien, siempre más fue peregrino íntimo del Espíritu, por el cual deseaba ser utilizado como instrumento, aunque romo e indigno.
Pero en el tiempo que nos ocupa, se describe a sí mismo como muy laxo en la moral, en cosa de juegos y de mujeres, aunque ferviente en la fe. Era vanidoso, desgarrado y soñador. Tenía que despertar.

lunes, 30 de julio de 2012

Nuestro talón de Aquiles. Exigir los multimillonarias robos


 
 
He leído muchos de los comentarios aquí publicados y constato una vez mas que ninguno de los inteligentes lectores parcticipantes, absolutamente ninguno, se ha dado cuenta de donde está el "talón de aquiles" de esta casta criminal y genocida que padecemos...
Algunos propugnan la revolución, con la mejor intención del mundo; otros proponen dejar de votar al criminal PPOE y hacerlo a partidos pequeños y ¿prometedores? (lo dudo).
Pero nadie se ha dado cuenta o no lo ha dicho, que la solución menos mala de todas y la mas sencilla, es otra: somos mas de cuarenta millones de personas, a priori inocentes, en este ajado país y tenemos en contra a menos de trescientos mil sinvergüenzas que hay que derrotar y encerrar entre barrotes...¿me siguen..?
Bien, dada la constación de la naturaleza corrupta ...y perversa de los dos poderes políticos, pasémosle la patata caliente al tercero de los "consagrados" poderes y pongámosle en la tesitura de mojarse y pronunciarse sobre la culpabilidad o inocencia de los dos anteriores (diga lo que diga saldremos ganando nosotros). La primero prioridad sería, exigir las correspondientes multimillonarias imdemnizaciones económicas a los responsables del desaguisado, exigiendo las correspondientes medidas cautelares: retirada de pasaportes, fijación de fianzas y evitación de posibles alzamientos de bienes (se supone que ahora conocemos el patrimonio de los políticos).
En definitivas cuentas, amigos: algo tan sencillo como juntarnos cien, doscientos o dos mil españoles DIGNOS y dispuestos a dejarnos unos eurillos en la contratación de unos buenos gabinetes jurídicos y comenzar a presentar las correspondientes demandas judiciales contra los responsables del desaguisado. Habría que marcar prioridades, fijar objetivos y empezar a disparar.
Pero queridos amigos, no creo que ni siquiera haya mil españoles con la decencia y el coraje necesario para ello, y por si alguien se anima, aquí dejo mis datos: pin@krtujo.com

Es preferible no desconfiar


NO JUZGAR POR LOS GESTOS, HAY PERSONAS QUE PARECEN LIMONES, Y SON NARANJAS MUY DULCES, Y AL REVÉS.
LA INTENCIÓN ES LO QUE IMPORTA...La única verdadera es que tenemos en el corazón. ¡Y sólo Dios puede ver lo que ocurre en nuestros corazones!.
Es muy notable como la misma actitud, el mismo gesto, puede en dos personas distintas contener significados opuestos. Una buena acción de alguien a veces nos deja con la extraña sensación de que algo está mal allí. Y la misma situación puesta en cabeza de otra persona parece ser sin dudas un gesto de amor sincero.
Otras veces, una acción que nos parece incorrecta a la luz de nuestro pobre juicio, nos deja con la impresión de que en el fondo puede no estar tan mal. Y puesta en cabeza de otra persona, ¡definitivamente es una mala actitud! ¿Qué es lo que ocurre?.
Ocurre que hay algo que es invisible a nuestros ojos: es la intención verdadera que tiene la persona en el corazón. ¡Y sólo Dios puede ver lo que ocurre en nuestros corazones!. Es por este motivo que Jesús nunca dejaba a sus discípulos juzgar a los demás, porque muchas veces el silencio humilde de una persona la colocaba en actitud incómoda frente a los hombres, ante un supuesto mal gesto. Sin embargo, en su corazón, esta persona guardaba una intención recta y sincera para con Dios. Y otras veces, quienes se esforzaban en aparecer justos y nobles frente a los hombres eran quienes abrigaban intenciones más indignas en el corazón.
Las cosas que se hacen deben estar originadas en intenciones virtuosas, intenciones de hacer el bien. Esto es mas importante que las consecuencias mismas de nuestras acciones, ya que Dios ve en lo profundo de nuestros corazones, muy por encima de la opinión de los hombres sobre nuestros actos. Y no hay que preocuparse tanto de cómo luzcamos frente a los demás, ya que no son ellos quienes nos juzgarán cuando llegue el momento de sopesar nuestra vida: será el Justo Juez, Jesús, quien dictamine si hubo intención virtuosa en la forma en que hemos vivido.
Por otra parte, es preferible pensar que los demás tienen una intención virtuosa en sus actos, y no desconfiar al extremo de accionar permanentemente nuestras defensas en anticipación a ser engañados o perjudicados. Si el otro tuvo intención virtuosa, Dios verá con agrado como dos de sus hijos obran en el bien. Y si el otro se aprovechó de mi, pues tendré un perjuicio a nivel humano, pero seré visto con mirada agradable por Dios. Y el juicio Divino recaerá sólo sobre el otro.
Jesús llevó la intención virtuosa al extremo de jamás haber pecado. Y si bien El es Dios, también fue hombre. Y como tal estuvo sometido a la tentación: recordemos los cuarenta días en el desierto, y tantas otras veces en que los hombres lo sometieron a presiones e intentos de engaño. Sin embargo, en treinta y tres años de vida ¡jamás pecó!. Buena parte de las acusaciones que los hombres hicieron para llevarlo a la muerte, fueron acumulándose en la negativa de Cristo a aceptar las reglas de juego del mundo: El simplemente tuvo intención virtuosa en todo lo que hizo, más allá de las reacciones de los hombres. Claro que llevar la intención virtuosa a tal extremo de perfección tuvo sus consecuencias: ¡Nuestro Señor terminó crucificado en el Gólgota!.
Hagamos todo en la vida con una intención virtuosa, con ánimo de hacer el bien. Las cosas nos podrán ir bien o mal, pero sin dudas estaremos en el sendero que Dios marca para nosotros.
¡La mirada de Dios es lo único que cuenta!.
Autor: Oscar Schmidt.

domingo, 29 de julio de 2012

Dios no se toma vacaciones


 
 
 
Dios no se toma vacaciones en su búsqueda del hombre...

1.- Vive la naturaleza
En la playa, en la montaña, en la serranía, descubre la presencia de Dios. Alábale por haberla hecho tan hermosa.

... 2.- Vive tu nombre y condición de cristiano
No te avergüences en verano de ser cristiano. Falsearías tu identidad.

3.- Vive el domingo
En vacaciones, el domingo sigue siendo el día del Señor y Dios no se va de vacaciones. Acude a la Eucaristía dominical. Tienes además más tiempo libre.

4.- Vive la familia
Dialoga, juega, goza con ellos sin prisas. Reza en familia. Asiste al templo también con ellos.

5.- Vive la vida
La vida es el gran don de Dios. No hagas peligrar tu propia vida y evita riesgos a la vida de los demás.

6.- Vive la amistad
Desde la escucha, la confianza, la ayuda, el diálogo, el enriquecimiento y el respecto a la dignidad sagrada de las demás personas.

7.- Vive la justicia
No esperes que todo te lo den hecho. Otros trabajan para que tú tengas vacaciones. Ellos también tienen sus derechos. Respétales y respeta sus bienes.

8.- Vive la verdad
Evita la hipocresía, la mentira, la crítica, la presunción engañosa e interesada o la vanagloria.

9.- Vive la limpieza de corazón
Supera la codicia, el egoísmo y el hedonismo. Vacación no equivale a permisividad.

10.- Vive la solidaridad
No lo quieras todo para ti. Piensa en quienes no tienen vacaciones, porque ni siquiera tienen el pan de cada día. La caridad tampoco toma vacaciones.

En verano seguimos siendo cristianos
En fin, estos diez mandamientos se vuelven a encerrar en dos: seguir dando «al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios», o dicho de otro modo, en vacaciones y en todo tiempo, sigue acordándote de Dios y del prójimo, relacionándote con ellos como si ellos se relacionarán contigo.

Dios no se toma vacaciones en su búsqueda de amor al hombre. Las vacaciones pueden ser tiempo excepcional para salir a su encuentro. Y es que en verano, seguimos siendo cristianos. Es más, tenemos una magnífica oportunidad de serlo y de demostrarlo.

Autor del texto: Obispo de Tortosa (España), Monseñor Javier Salinas Viñals.

No podemos hacer del domingo un día perdido


Es un día especial, es nuestro día... Parece mentira, pero a pesar de tanto "tiempo libre" no tenemos casi tiempo para nada. Aumentan las necesidades, los planes, los compromisos, y cuando queremos tener un rato para el descanso en familia, resulta que no nos queda tiempo...

Debemos sentarnos, de vez en cuando, para reflexionar sobre lo que sea realmente importante en nuestras vidas. Entonces descubriremos, entre otras cosas, que resulta urgente rescatar el sentido del domingo, de un día dedicado a los demás, a nosotros mismos, a Dios.

Pensemos en lo que es ahora el domingo para muchos. Después de seis días de trabajo, con el agotamiento del tráfico, de las prisas, de los roces con los compañeros y compañeras de la oficina o de la fábrica, el domingo querríamos estar todo el tiempo entre las sábanas, o tumbados en el sofá, o pasear tranquilos por la calle. Pero ni siquiera podemos hacer esto. Unos tienen que hacer deporte, casi obsesionados por la "condición física". Otros salen de la ciudad, y a veces pasan varias horas en la carretera, aprisionados entre millares de coches que avanzan a paso de tortuga. Otros se quedan en casa, y descubren que tienen que arreglar mil pequeños asuntos que terminan por dejarles más cansados y más tensos. Otros, y es una enfermedad que está creciendo poco a poco, se dedican a juegos electrónicos que absorben toda la atención y que no dejan espacio para pensar en cosas mucho más importantes. Otros, en fin, hacen el domingo el trabajo que no pudieron hacer durante la semana: no saben lo que es tomarse un poco de tiempo para descansar...

Sin embargo, casi todos hemos deseado llegar al domingo. Casi todos... porque siempre hay quien es más feliz en el trabajo que en el hogar, pero si esto ocurre es porque algo no funciona del todo bien en la vida familiar... ¿Por qué nos alegra pensar en el domingo? Porque lo vemos como nuestro día "libre", el día en el que nos gustaría hacer eso que más llevamos en el corazón, eso que nos descansa, que nos llena. El domingo, en cierto sentido, revela aspectos muy profundos de nuestra personalidad, cosas buenas y cosas malas, amores y tensiones, gozos y penas profundas. Es un día especial, es nuestro día... No podemos venderlo a las prisas, a la propaganda, al consumismo. No podemos hacer del domingo un día perdido.

Hemos de encontrar tiempo para que el domingo sea, realmente, un día de plenitud, de amor, de familia, de solidaridad. Para lograr que sea así, no estaría mal quitar todo aquello que hemos escogido para ese día y que sólo nos ha dejado más vacíos y más angustiados. Es mejor un domingo con tiempo para la reflexión y para el descanso que un domingo lleno con cientos de compromisos que nos absorben completamente y nos apartan de lo importante...

El domingo debe ser, de modo especial, un momento para la familia. Conocemos o hemos tenido la suerte de vivir en familias que pasan casi todo el domingo unidos y en paz, con un proyecto común. Juntos se va a misa, se prepara la comida, se juega un rato o se va de paseo. Juntos se ve la televisión o se hacen los deberes para la escuela. Juntos se distribuyen las tareas (siempre hay mil cosas que arreglar) y la limpieza de la ropa, de la cocina, de las esquinas llenas de polvo o de arañas... Juntos se va al club, o al cine. Son familias que pueden hacerlo todo juntos porque, de verdad, se quieren a fondo, y saben unos ceder un poco para la felicidad de otros. Y eso es muy fácil si el amor es lo más importante de la casa.

Por último, o mejor, en primer lugar, el domingo es el día del Señor. Una verdad profunda acompaña la vida de todo creyente: venimos de Dios, vamos a Dios. El domingo agradece el don de la existencia, el amor de un Dios que nos creó y que nos permite disfrutar del sol, de la luna, del viento, de las enchiladas y de la sonrisa de los niños. El domingo nos hace pensar en el "mañana" que brillará después de nuestra muerte, y nos recuerda que mediante una cruz el cielo está abierto. El domingo nos susurra, sin gritos, pero con constancia, que Dios nos ama, que somos sus hijos, que es un Padre que nos espera con cariño.

Todo esto se vive de modo especial en la Misa. Pero no sólo en ella. El clima familiar del domingo debería suscitar en todos como una nostalgia de Dios, desde que nos vamos levantando (sin las prisas de siempre pero con gusto y con entusiasmo por el día libre) hasta que llegamos a la noche y miramos el futuro que nos espera. Un futuro que puede ser gris o de colores, pero en el que siempre podremos descubrir una mano providente que nos guía hacia la Patria del cielo.

El domingo es un día muy especial. Nos lo recordó el Papa Juan Pablo II en su carta sobre el "Día del Señor", escrita el año 1998. Nos decía en esa carta: Por medio del descanso dominical, las preocupaciones y las tareas diarias pueden encontrar su justa dimensión: las cosas materiales por las cuales nos inquietamos dejan paso a los valores del espíritu; las personas con las que convivimos recuperan, en el encuentro y en el diálogo más sereno, su verdadero rostro.

Nos urge, por lo tanto, revivir a fondo el domingo, hacer de cada domingo, de verdad, el día del Señor y nuestro día favorito. El día más deseado, el día vivido con más alegría, el día que nos prepara para un cielo que será, nos lo enseña la Iglesia, un domingo eterno y feliz.
Autor: P. Fernando Pascual.

sábado, 28 de julio de 2012

Carta abierta al médico neurocirujano Javier Esparza de la columna de El País

Javier Mª Pérez-Roldán, abogado de familia y padre de una niña con espina bífida, responde al neurocirujano Javier Esparza. La Gaceta, 26 de julio de 2012

El Diario El País publicó ayer una carta del neurocirujano infantil Javier Esparza que lleva por título "Nadie tiene derecho a obligar al sufrimiento". En ella se muestra en contra de la prohibición del aborto en los casos de malformación fetal. En la misma apela a supuestos argumentos humanitarios para permitir el aborto, tachando a los que se oponen a ello de ignorantes o de actuar por intereses espurios. Funda su tesis en un argumento falso como es el sufrimiento de los niños con determinadas dolencias, y de sus familias.

Desde hace 12 años soy abogado de familia y desde hace 7 padre de una niña con espina bífida. Durante estos últimos años me he dedicado, en exclusiva, a dos cosas: velar por el interés de los hijos de mis clientes, y ejercer como padre de mi hija y de sus otros dos hermanos, de 5 y 3 años.

Mi hija tiene parálisis en ambas piernas, y desde los tres años convive diariamente con su silla de ruedas. Tiene también todos los problemas que usted cita como asociados a la espina bífida, salvo la siringomielia. Es más, su lesión (que lo es en la modalidad más grave) está localizada a la altura de la vértebra L4-L5 y según nos comentan todos los profesionales que la tratan, es la más alta que han visto es muchos años. Ha pasado por cinco operaciones, y tiene citas periódicas en siete especialidades médicas.

Ahora bien, mi hija no sufre ni más ni menos que una niña de su edad. Juega, ríe, quiere, ama y siente exactamente igual que sus dos hermanos sanos. Y, a veces, también llora, pero sus lágrimas no tienen ningún poso de amargura ni dolor por encima de las de sus amigas o de las de sus hermanos, pues como ellos, llora por nimiedades.

Como abogado de familia he conocido niños con depresión crónica por culpa de la separación tormentosa de sus padres, que arrastran una existencia triste y sufriente. Como sufren más que mi hija y sus hermanos, ¿los eliminaría?

Y en cuanto a la familia, fíjese si el sufrimiento no es tan extremo como usted dice que después de su nacimiento hemos tenido otros dos hijos, señal de que el cuidado de nuestra hija no nos ha supuesto trauma ninguno.

Estas anomalías, por sí, no causan el sufrimiento que usted pretende. De hecho, si bien el dolor ante cualquier enfermedad o revés de la vida es inevitable, el sufrimiento es totalmente voluntario, pues es éste una percepción personal y subjetiva de la propia realidad. Hay quien ante cualquier mínimo problema ante la vida sufre, y sufre sin mesura, y hay quien ante obstáculos insalvables y dolores sin medida se crece, pues admite su dolor con entereza.
De hecho, por la enfermedad de mi hija he estado en contacto con numerosos afectados de espina bífida (algunos en grados muy severos) y siempre se han manifestado esperanzados y alegres por el don de la vida. ¿Ha oído usted de enfermos de espina bífida que se hayan suicidado o que hayan solicitado la eutanasia? Sin duda usted conocerá el estudio de su compañero neurocirujano Rob de Jong, publicado recientemente en la revista Pediatric, donde sostiene, por medio de estudios de campo, que los recién nacidos con este mal congénito apenas tenían dolores.

Por eso me causa sonrojo su carta, llena de adulteraciones de la realidad vivida por cientos de enfermos y sus familias. Pero mayor sonrojo me causa su supuesto humanismo. Dice usted que nadie tiene derecho a obligar al sufrimiento ¿y en qué principio ético funda usted tan categórica aseveración? ¿y porqué presupone usted el sufrimiento de estos pacientes?
En cuanto a la fundamentación de su aseveración, alega las mismas causas que las autoridades nacional-socialistas responsables del plan de exterminio de enfermos Aktion T4. El plan se fundaba en que había vidas que no eran dignas de ser vividas, y cuyo asesinato era tanto un acto de compasión como un beneficio para la comunidad. Usted alega ambas cosas (igual que los Nazis) pues sostiene que "el colmo" es que los esfuerzos realizados para el tratamiento de estos niños es un desperdicio, pues acaban muriendo a los 20 años, y encima arrastrando un sufrimiento sin medida. ¡Qué argumento tan falaz! Usted sabe que miente, pues al día de hoy, la esperanza de vida de estos pacientes es prácticamente la misma que para personas sanas. Pero es que, además, aunque fuera verdad el fallecimiento a los 20 años ¿me va a decir usted que no merecen vivir estos 20 años? Usted está jubilado y pronto empezará a sufrir achaques. De vida, según las estadísticas del INE, no le quedan más que 16 años ¿le parecería justo que a la primera recaída de usted le privemos de un tratamiento por lo costosísimo del mismo teniendo en cuenta que no le quedan años para "amortizar la inversión" y más teniendo en cuenta que usted, en la vida, ha hecho lo que tenía que hacer? Según su teoría sería menos grave matar a un zambiano (con una esperanza de vida de 36 años) que a un español (con 81 años de esperanza).

Las personas no son una inversión, son un bien en sí mismo, y no podemos desahuciar a los que tenga cáncer, o SIDA o cualquier otra enfermedad por lo costoso del tratamiento y por el alto índice de mortandad durante el mismo.

En el culmen del paroxismo dice usted que el aborto ayudó a prevenir la espina bífida. Nos descubre con ello su auténtico rostro, pues según usted sería muy fácil que España se colocase a la cabeza de los países saludables. Bastaría con eliminar a todo enfermo o lesionado grave (con cáncer, SIDA, paralítico por accidente de circulación) para poder vender al extranjero nuestras estadísticas y colocarnos como el país con la mejor política de prevención de enfermedades. Veo que usted es de los expeditivos que opina que muerto el perro se acabó la rabia. ¡Menos mal que no tiene usted responsabilidades en la política penitencia, pues sabemos cómo acabaría usted con los índices de delincuencia: fulminando al delincuente!

Sólo le quiero decir una cosa. Lo que nos hace sufrir a los afectados por esta enfermedad son los profesionales médicos como usted. Cuando a los tres meses del embarazo nos anunciaron la enfermedad de nuestra hija, nos recomendaron insistentemente el aborto, y ello hasta hacernos sentir culpables si traíamos al mundo a un niña solo para que sufriera. La realidad es nunca tomamos mejor decisión que tenerla, pues pasado el tiempo intimamos con dos matrimonios que abortaron a sus hijos por tener espina bífida ¡no sabe usted el terrible padecimiento moral de estas dos parejas al ver que si no hubiera cometido tan criminal acto podrían tener con ellos a sus hijos, que de seguro serían tan alegres y joviales como la nuestra! Y le preguntó ¿qué derecho tenían los médicos que les indujeron al aborto a obligarles al calvario de remordimientos que están pasando?

Que sepa que mi hija enferma tiene la misma dignidad que usted y el mismo derecho a vivir que tuvo usted. Ninguna sociedad tiene derecho a decir sobre si la vida de otro es digna o no, o a determinar si una enfermedad causa o no sufrimiento sin preguntar al afectado.

Mi hija necesita para vivir de la ayuda de otros en el mismo grado en que yo la necesito, aun estando sano. Si los hombres vivimos en sociedad es porque nos es necesario el concurso de otros para nuestra supervivencia. Por esto existe la sociedad y los gobiernos de las mismas: para ejercitar la ayuda mutua. En occidente tenemos la suerte de que prosperó la razón benéfica del ágora de Atenas sobre el terror eugenésico del Taigeto espartano ¿usted que es, ateniense o espartano?
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viernes, 27 de julio de 2012

¿Por qué sufres?


Un pequeño contratiempo, un malentendido, un dolor, una enfermedad, un problemilla económico... somos propensos a sentirnos mal y a quejarnos.

Ayer, hablando con un amigo, le comenté que a veces uno ya no sabe sobre qué tema escribir y él me dijo: escribe sobre la soledad y el sufrimiento. Ciertamente el tema es muy importante. Si se echa una mirada alrededor o a lo lejos, resulta fácil constatar que es mucha la gente que sufre, por distintos motivos. De ahí que por mucho que intentemos modernizar la Salve no parece que sea posible quitarle lo del "valle de lágrimas". Más aún, si se toma en serio la frase de Ana Frank, podemos padecer de insomnio crónico: "cuando se piensa en el prójimo es como para llorar todo el día".

... A nada que nos pase, un pequeño contratiempo, un malentendido, un dolor, una enfermedad, un problemilla económico... somos propensos a sentirnos mal y a quejarnos. Y sin embargo nos acostumbramos a ver y oír casi todos los días noticias de gente que se muere de hambre, que perecen como consecuencia de terremotos, de inundaciones, de guerras, de accidentes... que ven cómo desaparecen bajo los escombros o arrastrados por las aguas sus seres más queridos, que se quedan sin hogar y sin los objetos para ellos más preciosos.

Si intentamos ponernos en el lugar de quienes padecen todas estas desgracias, como si nos ocurrieran a nosotros, tal vez podríamos hacernos una pequeña idea de lo que ese sufrimiento significa. Pero también nos puede servir de consuelo en el sentido de que, al compararnos con ellos, podemos comprobar que con frecuencia nos quejamos de vicio.

De vez en cuando les digo a mis alumnos que su mayor problema es no tener problema ninguno. En efecto, cuando uno tiene de todo sin hacer grandes esfuerzos, está tentado a no valorar las cosas. Tal vez por eso desprecia más la comida el que la tiene en abundancia; no rinde en los estudios el que tiene facilidades para estudiar; o desprecia las prácticas religiosas el que más oportunidades tiene de participar en ellas.

Digamos que la experiencia del sufrimiento tiene una función pedagógica en el sentido de que nos enseña a vivir con menos superficialidad y a tratar a los demás con un poco más de comprensión. Por una parte debe llevarnos a ser mucho más solidarios con los que sufren y por otra a ir descubriendo el verdadero valor y medida de las cosas.

Cuando mi amigo me sugirió este tema, de alguna manera estaba sintiendo la misma preocupación que Buda: cómo eliminar el sufrimiento. Si bien la respuesta del sabio oriental no coincide exactamente con la cristiana, no cabe duda que tiene mucho de aprovechable:

Si tuviéramos más vida interior, más moderación, más espíritu de desprendimiento y renuncia... más confianza en Dios, este valle de lágrimas sería bastante más llevadero.

SI CONFIAMOS EN DIOS, NUESTRO PADRE BUENO, NUESTRO SUFIMIENTO ES MÁS LIGERO, DIOS NOS AMA, NOS ABRAZA, NOS ACOMPAÑA EN EL CAMINO.
Autor: Máximo Álvarez Rodríguez.