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viernes, 24 de agosto de 2012

Perdonen el desconcierto que les estamos produciendo

Paso por días de confusa decepción. Tengo la sensación de que nos gobierna el aire. No todo es la reforma económica, la prima de riesgo y las desavenencias con Merkel. Una sociedad se siente gobernada cuando todos los asuntos imprevistos que afectan a un Estado de Derecho son respondidos o resueltos por quienes, con abrumadora mayoría en las urnas, hemos elegido los españoles para gobernar. Y no. El eterno problema de los conservadores en España. La gastroenteritis permanente. El complejo de inferioridad, el miedo al qué dirán. Los chantajes de los nacionalismos han alcanzado un punto de no retorno. La impericia en la comunicación supera todos los límites. España no es un barco a la deriva. Es un barco con un capitán que modifica el rumbo constantemente, huyendo de los malos vientos que traen las novedades. Si no se tratara de un personaje deleznable, el que ha recibido los favores del Gobierno, el caso de Bolinaga sería de risa. Un informe médico manipulado desde San Sebastián y que nadie firma se lo traga el Gobierno de España de una sola tacada. Nadie habla ya de la huelga de hambre de los etarras. Sólo con el anuncio del comienzo de la farsa –se trataba de una mentira–, el Gobierno decidió marcharse de vacaciones después de atender debidamente al canalla supuestamente moribundo.
La Fiscalía duda del informe y el Ministerio del Interior lo defiende. En los despachos de la Guardia Civil aumentan los rumores y se alzan las voces. Todo encaja a la perfección y el plan está en marcha. De todo eso, y para dejarlo atado y bien atado –¿recuerdan?–, hablaron mucho en la fase del relevo Zapatero y Rajoy. Parlamentarios autonómicos asaltan supermercados y roban. Dos o tres detenciones de desalmados y órdenes de respetuosa actuación a la Fuerzas del Orden Público. Sin debate ni votación, el alcalde proetarra de San Sebastián, allí colocado por los votos de los donostiarras y de seis miembros del Tribunal Constitucional, suprime la celebración de las corridas de toros. La excusa, como en Cataluña, es el sufrimiento del toro. El objetivo no es otro que borrar a España del mapa vascongado. Crece el desconcierto. Y han aparecido, como siempre sucede cuando las cosas se hacen mal o no se hacen, oportunistas incómodos que dicen representar a la sociedad civil para quebrar la estructura de un sector de la ciudadanía que al fin había conseguido tener un partido político al que votar en masa. Y no es la sociedad la culpable de la decepción, sino el partido que no gobierna, que desorienta, que aburre hasta el desfallecimiento.

Nadie pone en duda los esfuerzos que está realizando el Gobierno para rescatar a España de la ruina económica. Pero hay otras ruinas. Y la social es una de ellas. Y la realidad es esa. Nadie sabe dónde está el Gobierno. En el Partido Popular se ha producido un plan interno de exterminación de personas valiosas que consiguieron con su trabajo, entre otras cosas, que el Partido Popular fuera alternativa de Gobierno y Gobierno posteriormente. Han crecido las buganvillas, las enredaderas y las plantas trepadoras y han talado árboles inmensos y fundamentales. O los han talado, o los han replantado en la lejanía para no sentir ni su sombra. En España necesitamos un Presidente que nos convoque, que nos hable con claridad, que responda a las provocaciones, que considere urgente informar al detalle y continuamente a los ciudadanos. Tenemos la oportunidad de enterarnos por los medios de comunicación, pero Rajoy habría de tener la cortesía de ser él quien diera la cara y el que pusiera la voz. «Perdonen el desconcierto que les estamos produciendo», sería una buena manera de iniciar el discurso. «Perdonen las víctimas del terrorismo, a las que tanto hemos defendido, y que ahora tienen que defenderse de nosotros». «Perdonen que no respondamos a los chantajes, los desaires y la chulería de los independentistas». «Perdonen que nos hayamos convertido en una decepción, en aire, en aire, en aire».

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